¿Por qué perdemos lo que tanto pedimos a Dios en la oración?
Ahora bien, supongamos que al presentar esa otra lista de nuestras necesidades el Señor escucha nuestras súplicas, y ciertamente lo hace, y nos da aquello que pedimos ¿qué va a suceder de ahí en adelante? ¿Qué es necesario hacer con aquellos dones obtenidos de su benevolencia y de su compasión por nosotros? Es importante saber que nuestra relación con el Señor no debe depender de las necesidades temporales que tenemos pues eso equivaldría a verlo como una tienda de abastecimiento y no como nuestro Padre que quiere nuestra salvación en Cristo. El peligro de una relación de este estilo es creer, como los israelitas, que al poseer la tierra prometida, el gran sueño del pueblo, ya no era necesario conservar la Alianza que con Dios se había hecho para siempre y que lo único importante era tener un lugar para vivir y cultivar y ver crecer a sus hijos. Fue ahí cuando empezaron a perderse, a desviar su corazón y a adorar todo aquello que no era Dios. No se puede creer que cuando se ha obtenido de Dios aquello que se pidió se cumplió el objetivo de nuestra relación con Él, pues en una sana pedagogía el Señor nos recuerda que la provisión siempre es escasa y el proveedor es permanente. A Dios no puede vérsele como un medio para obtener lo que deseamos sino como un fin en sí mismo. En este sentido es muy probable que, como el pueblo de Israel, habiendo obtenido una promesa de parte del Señor, esta se pueda perder en el camino, no porque el Señor nos la arrebate sino porque es importante redescubrir que ni la tierra, ni la promesa, ni la bendición, ni la larga vida tienen razón de ser cuando nos hemos apartado de su amor, que es lo verdaderamente importante.
La Sagrada Escritura nos enseña de múltiples formas que fue en el exilio, en la pérdida de lo que tanto amaban, donde los israelitas, ayudados por los profetas, redescubrieron la necesidad de volver a la Alianza, de volver al amor primero, de volver a Dios.
Cuando lo importante lo volvemos indispensable y lo indispensable accesorio, entonces el Señor toca nuestra escala de valores y mediante crisis purificadoras nos hace reconsiderar el estilo de vida que llevamos. Por eso, al perder lo que con ahínco pedimos a Dios en oración, lo que debemos pensar no es el valor de la pérdida sino la causa de ella. ¿Qué era lo realmente importante para nosotros? ¿El Proveedor o la provisión? ¿La bendición de Dios o al Dios de la bendición? Es que no se puede obtener lo uno sin desear lo otro. Quien quiera bendiciones de Dios debe querer es a Dios mismo, por sí mismo, por el valor que tiene Él mismo en nuestra vida.
Todo aquello que se tuvo y se perdió es necesario evaluarlo desde el significado, pues probablemente la luz que irradia la belleza de muchas cosas nos hizo enceguecer haciéndonos perder de vista la hermosura de Dios. Es que, buscando a Dios en las criaturas, no podemos quedarnos en la belleza de las criaturas, es necesario trascender, ir más allá de lo evidente y experimentar la belleza de Aquel que hace todo lo bello.
No hagas depender tu relación con el Señor de las necesidades de tu corazón, no lo tomes como un dispensador de tienda, al que le metes una moneda (un padre nuestro) y bota inmediatamente el artículo que necesitas. No busques la despensa, busca al dueño de la despensa.
Juan Ávila Estrada Pbro.
Enviar comentario