Crisis que despertaron a buenos maestros
San Juan Bautista de La Salle:
Vivió en la Francia del siglo XVII. La educación no era en grupos según el grado, sino mal organizada y limitada a un bajo porcentaje de la sociedad. Esto generaba ociosidad y violencia. En ese contexto, surgió el señor de La Salle. Juntó a un grupo de laicos y alumnos de la calle, dando paso a los Hermanos de las Escuelas Cristianas en 1681. Pidió permiso para dedicarse totalmente a la enseñanza. Sentó las bases de los que hoy son las “Normales para maestros”, además de diseñar la instrucción primaria, aportando claves metodológicas que favorecieron el proceso de aprendizaje en los distintos niveles. A pesar de las dificultades por las que tuvo que pasar, logró mantenerse firme y rediseñar el modelo educativo a nivel mundial. Es considerado uno de los pedagogos más influyentes de la historia; especialmente, por su visión a largo plazo.
San Juan Bosco:
Nació en 1815. Mientras caminaba por las calles de Turín, se encontró con un gran número de niños, adolescentes y jóvenes abandonados o explotados laboralmente que terminaban en la cárcel de una u otra forma. La legislación no hacía mucho por los sectores más vulnerables. Ni hablar si quiera de un sistema hospitalario que garantizara el acceso a la insipiente seguridad social. En ese contexto, inicia un oratorio en el que combinó el trinomio “amistad, escuela y oficio” en un marco de fe. Formó a toda una generación de hombres honestos, ciudadanos reintegrados a la sociedad. De su labor, surgió la congregación de los Salesianos en 1859.
S.D. Ana María Gómez Campos, F.Sp.S.:
Aunque nace en 1894, su proyecto comienza en el México post-revolucionario. El analfabetismo era el común denominador. Por otro lado, la persecución religiosa había minado la educación privada, en detrimento de la sociedad. Los aprendizajes eran escasos y seguían la línea de un socialismo radical que impedía la formación en valores concretos, bien asimilados. Así las cosas, abre -en el año 1924- un colegio en la ciudad de San Luis Potosí. Arriesgándose a que la detuvieran y deportaran a la cárcel de las “Islas Marías” por ser religiosa y fundadora, trabajó en la clandestinidad, formando papás, maestros y alumnos. Estaba convencida de la estrecha relación entre un excelente nivel académico y la puesta en práctica de los valores fundamentales. A nivel intelectual, participó en el primer círculo de psicología experimental de México, abogando por descubrir la situación de los alumnos sobre el terreno; es decir, en su ambiente natural. Fundó diferentes centros educativos a lo largo de la República Mexicana, llamándolos “Colegios del Espíritu Santo”. Si llegaba a una ciudad en la que había déficit de buenos maestros, rápidamente daba el paso de abrir una “Escuela Normal”. Murió en 1985 y su legado continúa. Para ella, lo principal era sustituir los malos hábitos, por los buenos. Se entregó hasta las últimas consecuencias.
¿Y nosotros?:
Ellos, al igual que muchos otros, despertaron, sabiendo hacer algo significativo por el mundo que les tocó vivir. ¿Y nosotros? Tenemos una cantidad impresionante de herramientas para educar y formar, pero ¿nos hemos conformado en pasar de formadores a meros facilitadores de datos? Hoy día, la educación es un campo que permite palpar la realidad y los desafíos quizá como nunca antes. Hagamos algo, demos ejemplo. La coherencia educa, forma, cambia. Vale la pena implicarnos de este modo. Ver en cada alumno, en cada alumna, el rostro de un mundo mejor. Trabajarlo hasta conseguirlo. ¿Violencia y crímenes detestables? ¡Educa!, ¿paro laboral? ¡Educa!, ¿ignorancia? ¡Educa! Es la clave que a muchos nos toca. Adelante.
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