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La Ascensión del Señor



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Queridos amigos y hermanos de ReL: hoy 7º Domingo de Pascua, la liturgia de la Iglesia nos presenta el misterio de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los Cielos, Cristo asciende por su virtud y poder, en cuerpo y alma al cielo, como primicia de todo hombre que ha entrado o entrará en la Gloria.

Este acontecimiento marca la transición entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. Marca también la posibilidad de que la humanidad entre al Reino de Dios como tantas veces lo anunció Jesús. De esta forma, la ascensión del Señor se integra en el Misterio de la Encarnación, y es su momento conclusivo.

Es la vuelta al Padre anunciada por El en el día de la Pascua: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, subo a mi Dios y a vuestro Dios”.  También les había dicho a los discípulos de Emaús: “¿No era preciso que el Mesías padeciese esto  y entrase luego en su gloria?”.

Y así sucedió, visiblemente, para confirmar a sus discípulos en la fe, cuarenta días después de la Pascua, Cristo, en presencia de los suyos, sube al Cielo para ser glorificado.  Los que lo habían visto morir en la cruz, entre insultos y burlas, debían ser los testigos de su exaltación suprema a los cielos.

Los evangelistas narran el hecho con suma sobriedad, y sin embargo, la narración hace resaltar el poder de Cristo y su gloria: “Me ha sido dado todo poder en el Cielo y en la tierra”, “y mientras los bendecía se alejaba de ellos y era llevado al cielo”.

Nosotros, los cristianos, estamos llamados a participar de todo el misterio de Cristo, y por lo tanto, también de su glorificación.  El mismo lo dice en el Evangelio de San Juan, capítulo 14, versículos 2 y 3: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas, yo voy a prepararos un lugar. Y cuando me haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros”.

Por tanto, la Ascensión del Señor constituye un gran argumento de esperanza para nosotros que peregrinamos hacia nuestra patria definitiva.

La gloria de Cristo elevado sobre toda criatura es la prueba de lo que Dios hará en favor de todos aquellos que unidos a Cristo por la fe y por el amor, sufriendo las tribulaciones de la vida presente, toman parte de la muerte de Cristo. A ellos, también un día, quizás no muy lejano, Dios Padre les hará tomar parte de la gloria eterna.

Con el deseo de la gloria futura, nos ponemos en las manos de Aquel, que en el Cielo, está siempre vivo, para interceder por nosotros.

Con mi bendición.
Padre José Medina

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