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Lo que voy a decir molestará, pero es verdad

Empiezo citando unas palabras de Jesús a los suyos: "Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron  a los profetas anteriores a vosotros" (Mt. 5, 11-12).

Estas palabras de Jesús se han cumplido y se están cumpliendo  de manera que algunos dicen que a las cuatro notas de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, añaden otra: perseguida. Lo ha sido siempre y, desde luego, lo está siendo hoy. También aquí, en España.

Por una parte, se ve como cierto reparo de mucha gente en decir que son católicos; parece que algunos tienen vergüenza de manifestarse como católicos; se les podrían aplicar las palabras de Jesús: “Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles." (Mc. 8, 38). Allá ellos, pero es un hecho.
Lo mismo sucede con políticos y no políticos. Hay quienes se declaran abiertamente contra la Iglesia y no dudarían en volver a los años en que se quemaban iglesias y asesinaban a sacerdotes y religiosos; y lo dicen abiertamente. Los mismos legisladores, hoy en el poder, legislan en temas cruciales de moral natural proclamados y defendidos por la Iglesia y dan la sensación de repetir aquello de Roma est delenda. Es una vergüenza, pero también es un hecho.

Aunque lo que más me llama la atención es que los mismos cristianos, sin excluir a muchos clérigos, también estamos actuando contra la Iglesia; claro que esto lo estamos haciendo inconscientemente, pero lo estamos haciendo, ¿cómo?

¿No es verdad que cuando hay un fallo por parte de algunas personas notables de la Iglesia lo comentamos por activa y por pasiva y los medios de comunicación dan la noticia repetitivamente? Pase que lo hagan quienes por sistema atacan a la Iglesia, pero que lo hagamos nosotros, no está bien.

Lo nuestro debiera ser comentar la cantidad de gente que hay dedicada a atender ancianos, niños, pobres, que dedican sus vidas desde su juventud a servir a los necesitados, que van a misiones poniendo en peligro sus vidas, sin recompensas humanas. No  sé si se hiciese una valoración de lo que están haciendo las instituciones de la Iglesia y los mismos católicos al bien común, si se valorase lo que ahorra el Estado con las aportaciones de la Iglesia, se opinaría de manera muy distinta de la Iglesia y más se pensaría en lo que ayuda la Iglesia al Estado que el Estado a la Iglesia.

Seamos equilibrados todos y reconozcamos lo que todos estamos haciendo por el bien común.

José Gea
 

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