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Planificar, ejecutar, evaluar.

Todo proyecto, plan de acción, estrategia, etc., requiere de unos pasos básicos para llegar a buen puerto. Véase: planificación, ejecución, evaluación. En casi todos los ámbitos, los “golpes de timón” a un lado u otro, según sople el viento, que rara vez llevaban a buen puerto y que comúnmente mareaban al personal, han pasado a mejor vida. En casi todos. Pues queda un reducto, que como el poblado galo de Astérix y Obélix en el imperio romano, resulta infranqueable a estos procesos. Hablo de nuestras diócesis. Desarrollemos estos pasos:

1-Planificar: Elaborar un plan general, detallado y generalmente de gran amplitud, para la consecución de un fin o una actividad determinados.

En las diócesis abundan los planes pastorales. Pero, ¿cuántos son elaborados por personas que palpan las realidades de la diócesis y le toman el pulso diariamente? ¿Cuántos son aterrizados, tangibles, concretos, medibles y realizables?  Es decir, acciones precisas a llevar a cabo. Tiempo y forma en que se realizarán. Recursos disponibles (materiales y personales). Fines a conseguir (se permite soñar y ser ambicioso…), etc. De lo contrario, corremos el riesgo de elaborar un ideario de buenas intenciones, similar a los programas políticos con los que estos días nos bombardean, que pocos leen y que nadie cumple.

2-Ejecutar: Realizar una cosa o dar cumplimiento a un proyecto, encargo u orden.

Parece claro que completar el paso 1 no tiene sentido si no pasamos al 2. Si un plan no se ejecuta, suele ser en buena medida porque falló algún punto de la planificación. Y ejecutarlo quiere decir poner toda la carne en el asador, sin miedo a equivocarse. No vale bajarse del barco a mitad del trayecto (y menos si se tiene un cargo de responsabilidad). Si somos timoratos en la acción, no podemos pretender obtener resultados. Como decía A. Einstein: “si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. O aquella frase del papa Francisco: “prefiero una Iglesia accidentada por salir, que enferma por encerrarse”.

3-Evaluar: Estimar, apreciar, calcular el valor de algo.

Encontrar un sitio donde, tras el punto 1 y el 2, se realice el 3, es decir, se evalúe, es para matrícula de honor. Y sin embargo, es absolutamente fundamental hacerlo, y ver qué ha funcionado, qué no, qué se puede mejorar… lo que toda la vida nos han enseñado como el  método de ensayo y error, que así define wikipedia: “consiste en probar una alternativa y verificar si funciona. Si es así, se tiene una solución. En caso contrario —resultado erróneo— se intenta una alternativa diferente”. Y es que ya dice el proverbio que se aprende poco con la derrota, y mucho con la victoria. Y lo que es más; si todos en la Iglesia planificásemos, ejecutásemos y evaluásemos, y compartiésemos los resultados, sería mucho más fácil intentar copiar y adaptar modelos de lo que en otros sitios funciona. Sin complejos. Pues al contrario de lo que sucede en las empresas, aquí el éxito no se busca para vanagloria de nadie, sino para gloria de Dios y salvación de muchos.

El Espíritu Santo no deja de soplar en la Iglesia, de levantar a gente despierta, hijos de la luz. Aprovechémoslo con diligencia e inteligencia. No quememos sin ton ni son nuestros mermados recursos, ni desesperancemos a tantos corazones inquietos que claman  por ir más allá de lo soñado.

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