Doctrina Social de la Iglesia (2)
6. Solidaridad: Entendemos la solidaridad como la vinculación e interdependencia recíproca de las personas para la realización convergente del bien común. En el caso de la empresa, la caridad y la solidaridad -al interiorizarse en las personas que toman decisiones y llevan a cabo sus acciones cotidianas- deben procurar el bien de todas las personas que la integran y se relacionan con ella. Una vez aplicadas en la empresa, la solidaridad y la caridad trascienden a las relaciones con la comunidad buscando mejorar el entorno en el que se desarrolla nuestro prójimo.
En este plano adherimos completamente a la ECONOMÍA DE LA SOLIDARIDAD, tema abordado por S.S. Juan Pablo II en su visita a Chile
7. Valores fundamentales. Los principios anteriores presiden la edificación de una sociedad digna del hombre. Su aplicación está guiada por cuatro valores íntimamente relacionados entre si. Éstos son inherentes a la dignidad de la persona humana y favorecen su auténtico desarrollo. Son esencialmente: a) la verdad, buscada continuamente, respetada y atestiguada responsablemente; b) la libertad, signo de la sublime dignidad de cada persona humana, ejercida responsablemente y enfocada a la contribución de todos al bien común; c) la justicia, constante y firme voluntad de dar a cada uno lo que le es debido y abierta al horizonte de la solidaridad y del amor; y d) el amor fraterno, del cual brotan, se nutren y desarrollan la verdad, la libertad y la justicia.
8. Autoridad. La entendemos como la facultad de ejercer el mando según la justa razón, no es una fuerza exenta de control. Sólo se ejerce legítimamente si es un medio que busca el bien común, y si para alcanzarlo emplea medios moralmente lícitos. Por las deficiencias existenciales, es necesaria la autoridad; por tanto, no es privilegio, sino servicio.
9. El trabajo. Es una actividad propia del hombre, destinada a producir bienes o servicios y por medio de la cual el hombre desarrolla sus capacidades, aplicando la inteligencia y la voluntad.
El tema del trabajo como motor del desarrollo integral invita a entender la empresa como un grupo humano; no sólo como una entidad generadora de economía, trabajo, producción y transformación de bienes y servicios; sino como una comunidad de personas que tienen en sus manos la posibilidad de construir propuestas innovadoras que sirvan a las comunidades a las cuales se dirige.
"Creo que en esa economía solidaria ciframos todos nuestras mejores esperanzas para la región. Los mecanismos económicos más adecuados son algo así como el cuerpo de la economía; el dinamismo que les da vida y los torna eficaces -su "mística interna"-, debe ser la solidaridad. No otra cosa significa, por lo demás, la reiterada enseñanza de la Iglesia sobre la prioridad de la persona sobre las estructuras, de la conciencia moral sobre las instituciones sociales que la expresan". Discurso pronunciado en la sede de las Naciones Unidas en Santiago, a los funcionarios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el viernes 3 de abril de 1987.
Bajo esta visión concebimos la empresa como una comunidad que aúna voluntades, inteligencias y talentos para llevar a cabo acciones que individualmente sería imposible hacerlas.
La primera responsabilidad de la empresa es el mismo hombre y su dignidad. En efecto, ni los bienes de producción, ni la clase social, ni el Estado, ni ideología alguna, ni el progreso por el progreso son fines últimos de la actividad del hombre en el mundo, sino que el mismo hombre y su irreductible dignidad. Allí encuentra toda la acción del hombre su eje central, su espina dorsal, su razón de ser. Por lo tanto, sería contradictorio realizar una actividad que va en contra del hombre, que lo denigre, que lo humille o lo menoscabe física, moral o espiritualmente.
Ello indica por lo tanto, que la responsabilidad social de la empresa no puede entenderse al margen de la responsabilidad de las personas que la constituyen. El hombre no puede refugiarse bajo la responsabilidad de otros, sean éstos personas o instituciones. Ser responsable de sus actos es signo eminente de su dignidad porque implica libertad, capacidad para distinguir el bien del mal y el reconocimiento del carácter único del hombre .
Ello implica alinearnos bajo el concepto de "buenas práctica laborales". La sostenibilidad de toda empresa emana de generar un clima de confianza y colaboración entre todos sus miembros, el cual sólo se consigue con un trato percibido como justo por todos los participantes. De aquí surgen las diversas iniciativas que desarrollan muchas empresas bajo el concepto de la responsabilidad social empresarial (RSE) en los cuales los criterios y objetivos de la empresa no pueden ser exclusivamente de naturaleza financiera o comercial, sino deben estar fundamentalmente basados en el respeto y dignidad de las personas con las que interactúa y en especial con sus colaboradores .
Esta visión de empresa implica necesariamente fomentar el desarrollo y la dignidad de los ejecutivos y trabajadores que componen la empresa, fomentar la creación de empleos y aplicar los principios del trabajo decente concepto acuñado por el chileno Juan Somavía, Director General de la OIT, por cuanto éste influye en la dignidad de las personas, su autoestima y la estabilidad de sus familias.
Fuente: Doctrina Social de la Iglesia USEC
Foro Humanitas
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