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Misionero en Abancay

Recogido de Ecclesia Digital

El pasado 29 de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, moría a los 86 años, el misionero Luciano Ruiz, sacerdote de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.
Había nacido en el pueblo de Traid, el 13 de diciembre de 1928. Tras su formación, que recibió en el Seminario de Sigüenza, fue ordenado sacerdote el 21 de junio de 1953. Estrenó su ministerio sacerdotal en los pueblos de Ablanque, la Loma y Ribarredonda. Posteriormente fue pastor de las parroquias de Baides, Viana de Jadraque y Huérmeces.

Tras la publicación de la encíclica de Pío XII, “Fidei Donum” (abril de 1957), en que recuerda la corresponsabilidad de los obispos en la acción misionera de la Iglesia Universal, y tras el llamamiento de Juan XXIII a que las diócesis españolas ofrecieran 1.500 sacerdotes a Hispanoamérica (el llamado Plan Juan XXIII), hubo un ofrecimiento generoso de muchos sacerdotes españoles a colaborar con este plan. La OCSHA, Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana, fue la que se encargó de llevarlo adelante; en él se integró Luciano Ruiz en el año 1968. “El destino de nuestro sacerdote misionero fue Perú, en la diócesis de Abancay. En ella permaneció durante 30 años, realizando un inmenso trabajo tanto en el orden social como espiritual. Para ello no ahorró ningún sacrificio, viajes, elaboración de proyectos apostólicos, educativos, sociales, etc.”.

El delegado de misiones, Juan José Plaza Domínguez, añade su testimonio: “Cuando conocí a D. Luciano, ya había regresado a España, año2004, desde Perú. Nos veíamos en los círculos de formación que teníamos todas las semanas en el Centro de Cultura Teología del Opus Dei en Guadalajara, pues ambos pertenecíamos a la Asociación Sacerdotal de la Santa Cruz.
Como misionero, que era, me preguntaba frecuentemente por temas relacionados con la Delegación de Misiones. Era un hombre íntegro y sencillo. Se le escapaba, a veces, una sonrisa, muy peculiar por algún comentario, nunca malévolo. Decía lo que tenía que decir sin que saliese de él nunca una palabra ni de más ni de menos. Siempre estaba dispuesto a escuchar nuestras confesiones. Y eran muy esperados, por todos, sus versos o poesías, que acompañaban a los regalos, en la celebración de los Reyes. Que D. Luciano interceda en el cielo por todos los sacerdotes de nuestra diócesis, de la diócesis de Abancay y de manera especial por nuestros misioneros. Y que nos procure muchas vocaciones para nuestro Seminario”.

Descanse en paz

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