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¿Cómo le hace el Papa para convocar a tantos?

 El liderazgo del Papa es único en su tipo. Normalmente, cuando llega una figura pública, siempre que no se trate de un concierto o evento deportivo, difícilmente atrae multitudes. A veces, los gobiernos quedan en aprietos por la falta de afluencia en las actividades que organizan; sin embargo, al Papa solamente le basta estar ahí para provocar “ríos” de gente cruzando la ciudad. Lo hemos visto a lo largo de sus diez viajes apostólicos. ¿Cómo le hace? La respuesta provoca un punto de encuentro entre lo natural y lo sobrenatural. En el primer caso, está el hecho de que Francisco tiene “chispa”, carisma, que viene de su congruencia y, al mismo tiempo, de una capacidad extraordinaria para comunicar. En el segundo caso –y no menos importante- está el hecho de que el ministerio petrino; es decir, el ser y quehacer del Papa, fue pensado por Jesús y resulta acompañado por la acción del Espíritu Santo. Los escépticos dirán que es una afirmación fuera de lugar, pero los hechos hablan por sí solos. Incluso, especulando un poco, podemos darnos cuenta que Jorge Mario Bergoglio, a partir de su llegada a la sede de Pedro, experimentó un cambio. Es como si le hubieran quitado varios años de encima. Algo hay detrás de su éxito y necesariamente nos remite a Dios, quien interviene a favor de la Iglesia que avanza en medio de las dificultades de la historia. ¿Alguna prueba? Los siglos que lleva en pie.

El papado, como institución, no es un invento, algo casual, pues tiene hondas raíces bíblicas que explican su naturaleza. Es necesario contar con una cabeza visible, alguien que acompañe los diferentes procesos de las comunidades cristianas que se encuentran presentes en los cinco continentes. Además de ser una voz significativa en el ámbito internacional para hacer propuestas y, en algunos casos, mediar directamente a través de la diplomacia vaticana. Las personas a las que les causa conflicto la autoridad del Papa, deben estudiar más a fondo el evangelio, pero también usar la lógica, porque sin una autoridad a gran escala, ¿cómo podría avanzar la Iglesia?
El Espíritu Santo, invisible a nuestros ojos, pero visible a partir de los efectos que produce en el mundo, se vale del Papa como instrumento. Aquel pincel en las manos de Dios del que hablaba frecuentemente la M. Teresa de Calcuta. En los últimos años, hemos contado con papas entrañables, marcados por la congruencia y eso se debe a la ayuda constante de Jesús, pues la Iglesia, antes que nuestra, es suya. Nos la comparte, involucrándonos como miembros dentro de ella, pero si bien es cierto que nos toca cuidarla con especial atención, a final de cuentas, él también sabe suscitar personas calificadas o, mejor dicho, santas, para reformarla cada vez que parece extraviarse definitivamente. Entonces, nunca hay que perder la esperanza, sino seguir adelante. Confiemos en la autoridad del Papa y dejémonos acompañar por sus palabras.

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