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"A todas las mujeres con independencia de su sexo"

 
            La frase es surrealista, parece producto de una broma, de un concurso de disparates o de una obra de ciencia ficción o de humor. Desde este punto de vista se le podría atribuir a autores tan geniales de nuestra literatura cómica como D. Enrique Jardiel Poncela o a D. Ramón Gomez de la Serna. Otros podrían pensar que la ha pronunciado un niño chico, un aprendiz de la lengua española que se ha hecho un lío con las palabras, o sencillamente, alguien que no sabe lo que dice. Pues bien, no, la frase la ha pronunciado ni más ni menos que la Presidenta de la Comunidad de Madrid, la militante del Partido Popular Cristina Cifuentes, que lo ha hecho en el contexto de las ayudas que va a proporcionar la institución que ella gobierna para la reproducción asistida a todas las mujeres.
 
            ¿Le ha jugado a la Sra. Cifuentes el lenguaje una mala pasada? Todos sabemos bien qué es lo que quería decir y a qué se refería cuando pronunciaba el disparate que pronunciaba: en definitiva, que las ayudas se iban a prestar a todas las mujeres más allá de su orientación sexual de tipo hetero u homosexual, que tuvieran o no pareja, que ésta fuera un hombre u otra mujer o lo que a cada una le plazca. Algo a lo que la verdad, tengo poco que objetar, máxime en el estado deplorable en el que se encuentra la pirámide demográfica española. Pero lamentablemente la cosa tiene algo más de trascendencia, porque hoy en España y en el mundo, son muchos los que creen que ya no hay hombres y mujeres y la Sra. Cifuentes ha demostrado tener bien interiorizado el código básico de la ideología de género: los sexos ya no son hombre y mujer, sino tantos como uno desee y sea capaz de imaginar.
 
            Ahora bien, si preocupante es la rapidez de la implantación de los postulados de la ideología de género en nuestra sociedad y los disparates a los que puede conducir y de hecho está conduciendo, no menos preocupante es la segunda derivada que la declaración de la Sra. Cifuentes revela: la bastardización y la banalización del lenguaje a la que acudimos inanes ante nuestros ojos. Antes para convencer a alguien de algo, por malo que fuera, había por lo menos que buscar buenos argumentos: hoy, como se ve, basta con cambiar el significado de las palabras.
 
            Que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Mañana seguimos.
 
 
 
            ©L.A.
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