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¿Aceptar cambios que han fracasado?

Somos parte de la Iglesia. Por lo tanto, es válido opinar, reflexionar sobre su presente y futuro. Actualmente, lo están haciendo los participantes del sínodo sobre la familia. Sin duda, es bueno escucharnos. Hay ideas que dan paso a proyectos significativos, capaces de incidir en la vida y, muchas veces, llegan de personas y contextos insospechados; sin embargo, cuando la propuesta, el planteamiento, carece de frutos y ha sido probado muchas veces, es porque algo falta. Supongamos que somos coordinadores de un movimiento internacional de matrimonios católicos y, en una de esas, nos invitan a participar en un congreso como foristas. Entonces, preparamos nuestras propuestas. Les damos forma y las exponemos, pero resulta que nuestro grupo está desarticulado, al borde de la extinción, con cientos de problemas. ¿Serían válidas nuestras ideas? Alguien, con justa razón, podría recriminarnos, diciendo: “¿no te has dado cuenta que justamente lo que nos propones es lo que ha hecho daño a tu movimiento?” Hay propuestas que pueden sonar bien, perfectamente elaboradas, pero cuando el que las imparte tiene serios problemas en su casa por haberlas aplicado, ¿tiene el derecho de pedir que las desarrollen en otras instancias? Hay que escuchar a todos los obispos, pues ellos garantizan la unidad de la Iglesia, pero merecen especial atención aquellos que han logrado una diócesis viva, pujante, capaz de incidir a la luz de la fe.

Ahora bien, los planteamientos progresistas, llegan a persuadir fácilmente, saltan a la vista por su aparente genialidad, pero al final de cuentas no logran nada. Varias Iglesias cristianas –distintas a la católica- han implementado estrategias en dicho sentido; sin embargo, lejos de sacarlas de la crisis, las han sumido en nuevas dificultades. No hay que tenerle miedo al futuro, pues la Iglesia es de Jesús, pero vale la pena apostar por la línea del evangelio, renovando la forma, pero con la “chispa” siempre actual del fondo. La verdad que, en Cristo, no pierde valor o vigencia.

Preguntemos a los que han logrado construir una sólida cultura vocacional en la que un número significado de jóvenes han encontrado su lugar en el mundo y en la Iglesia, ¿cómo le han hecho?, ¿cuál ha sido su clave? De todos se aprende, pero el que ha dado pasos tiene más elementos para opinar. ¿Puedo hablar de orden, teniendo una casa en desorden? Hay que replantearse muchas cosas y, desde ahí, apoyar la iniciativa que ha tenido el Papa Francisco de darle un espacio muy importante de reflexión a la familia, pues es la base de la sociedad.

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