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Los perrros y el compromiso

Estuve el pasado miércoles comprando unos peces para mi acuario doméstico. Mientras me atendían, vi un cartel grande que indicaba algo así como: "No se admite la devolución de las mascotas bajo ningún concepto. No son juguetes, sino seres vivos. Si no estás dispuesto a comprometerte a cuidarla, no la compres". Pensé en la gran cantidad de mascotas que circulan por nuestras calles, al menos por las de mi barrio, y el grado de compromiso que llevan consigo. Imagino que en muchas ocasiones los niños que han promovido la compra le pasan el encargo al sufrido padre o madre, que pasea al perro a las 7 de la mañana, pues no parece que los que me encuentro a esas horas estén especialmente entusiasmados con la idea del paseo, al menos a esa hora. Tener un animal a nuestro cargo es ciertamente un compromiso, implica cuidarlo, proveerle de lo necesario para que viva, al menos, con una elemental comodidad: darle de comer, pasearlo, vacunarlo, asearlo, curarlo si es preciso y un largo etcétera.
Es curioso que una sociedad que huye cada vez más del compromiso con otras personas (!desde el matrimonio hasta las relaciones laborales!), esté dispuesta a asumir el compromiso con otros seres vivos. Parece que la ética del cuidado, tan necesaria en los tiempos que vivimos, la aplicamos más a otros animales que a nuestras relaciones humanas. Ciertamente el cuidado implica compromiso, sacrificio, hacer cosas que no nos apetecen. Sacar al perro a las 7 de la mañana no es tarea de gusto, no al menos todos los días, también los del crudo invierno, pero quien lo hace se apoya en su cariño por un animal que acoge en su casa. ¿Dedicamos el mismo tiempo a, por ejemplo, las relaciones familiares? ¿Cuantas veces llamamos, visitamos, atendemos, escuchamos, mostramos interés por quienes comparten nuestra misma sangre: hermanos, padres, tíos, primos...? ¿Cuánto a quienes trabajan con nosotros?
Cada vez nos quejamos más de las distancias y la dificultad de encontrar tiempo para estar con los demás; pero todo es cuestión de prioridades. El cariño requiere dedicación, vencer nuestro egoísmo, quizá la pereza. La ética del cuidado es hoy más necesaria que nunca, implica ponerse en el lugar del otro, serle útil, compartir, mostrar afecto. En inglés cuidado se traduce por care, y la expresión I don´t care viene a significar "no me importa": no poner cuidado, no tener cuidado, de quienes nos rodean, indica que mi aprecio por ellos es muy bajo, que me resultan irrelevantes. La "ética del cuidado", con los animales que acogemos, pero sobre todo con las personas que nos rodean, que conviven profesional o familiarmente con nosotros hará que nos importen más, y a la postre que nuestra vida tenga mucho más significado.

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