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De las proezas de la República a las del pesoísmo podemita


 
            En virtud de la decisión tomada por el Ayuntamiento de Madrid el pasado 22 de diciembre con los votos favorables de pesoítas y podemitas, la placa que rendía un sencillo homenaje a los ocho carmelitas cobardemente fusilados ante los muros del cementerio de Carabanchel el 18 de agosto de 1936 ha sido alevosamente retirada el pasado domingo. “Vino una furgoneta del Ayuntamiento y se la llevaron. No pidieron permiso ni comunicaron nada”, señalaba un operario del cementerio.
 
            La placa, colocada en 1961, apenas decía lo siguiente:
 
            “A la memoria de los siervos de Dios: Fr. Daniel Mª García Antón, Fr. Silvano Mª Villanueva González, Fr. Adalberto Mª Vicente Muñoz, Fr. Aurelio Mª García Antón, Fr. Francisco Mª Pérez Pérez, Fr. Ángel Mª Sánchez Rodríguez, Fr. Ángel Mª Reguilón Lobato y Fr. Bartolomé F. Mª Andrés Vecilla, religiosos carmelitas fusilados en este lugar el 18 de agosto de 1936. En el XXV aniversario de su inmolación”.
 
            Texto que ya evidencia en sí una cierta desatención hacia los pobres mártires del 18 de agosto, que por no ser, ni siquiera eran ya siervos de Dios sino beatos, elevados como lo habían sido a los altares en la última gran beatificación de mártires de nuestra Guerra Civil, habida lugar en Tarragona el 27 de octubre de 2013.
 
            Más allá de que el cementerio es propiedad privada de la Iglesia y por lo tanto el ayuntamiento carecería de potestad para operar como lo ha hecho, o de la “inadecuada aplicación de la Ley de Memoria Histórica, dada la exclusiva condición de víctimas de los carmelitas, pacíficos testigos de la reconciliación a la que todos debemos contribuir” de la que habla la nota expedida por la diócesis de Madrid, el acto demuestra una cobardía y una felonía que excede lo abarcable por imaginación humana, y coloca a cuantos lo han aprobado y mandado ejecutar en la clase de los más cobardes y felones.
 
            La terrible historia había comenzado un malhadado 27 de julio de 1936 en que una pareja de guardias de asalto irrumpía en el convento de El Carmen de Onda en Castellón y detenía a sus moradores. De la treintena de detenidos, tras diversas vicisitudes que incluyen precipitados paseíllos y también alguna fuga, sólo ocho llegan a un asilo de ancianos del Paseo de las Delicias de Madrid, donde permanecen hasta que en la medianoche del 17 de agosto, un grupo de milicianos les ordena acompañarles. Unas horas después los desgraciados monjes con las manos atadas eran atravesados a balazos contra el muro de un cementerio que es el mismo que ayer fue despojado de la placa que honraba su memoria.
 
            Ochenta años después de acontecidos los hechos, unos jovencitos de treinta años y de cuarenta que no tienen ni idea de historia pero sí poseen un hermoso tesoro de odio y de revancha, determinaban que según la juzgaban ellos, la ley española impide honrar la memoria de los que mueren como murieron esos ocho inocentes, 18 años el más joven, 22 el más mayor, culpables de portar un hábito y de creer en Dios, que por eso lo fusilaban a uno en la República que tanto añoran algunos ahora. ¡Que sabrán los mentecatos!
 
            Bravo valientes podemitas, bravo valientes pesoítas, podéis estar orgullosos del servicio que prestáis a la patria. No dejéis de relatarlo a vuestros hijos, que de seguro os obsequiarán con una mirada de orgullo y admiración cuando lo hagáis.
 
            Y sin más por hoy, queridos amigos, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Y ya que las placas españolas no lo van a hacer más, dediquen Vds, un recuerdo y una oración a los ocho jóvenes españoles asesinados contra los muros de Carabanchel, a saber, José Sánchez Rodríguez, (fray Ángel María), 18 años; Nicomedes Andrés Vecilla (fray Bartolomé Fanti María), Ángel Reguillón Lobato (fray Ángel María) y fray Francisco María Pérez y Pérez, 19 años; fray Adalberto María Vicente Muñoz, fray Silvano María Villanueva González  y fray Aurelio María García Antón, 20 años; fray Daniel María García Antón, 22 años.
 
            P.D. Acabo de enterarme que el Ayuntamiento rectifica la felonía. Lo celebro. Pero el artículo no lo quito.

 
            ©L.A.
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