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Del carnaval y su implicación en el calendario cristiano


 
            Entramos estos días en las siempre divertidas fechas de carnaval, un carnaval que, en tanto que palabra, viene definido por el Diccionario de la Real Academia como “los tres días que preceden al comienzo de la Cuaresma”. Y dado que la cuaresma es el período de cuarenta días (cuarenta y tres para ser exactos) anterior a la Semana Santa, que comienza con el miércoles de ceniza y finaliza en la tarde del jueves santo (pinche aquí para conocerlo todo sobre la cuaresma y sus orígenes), quiere ello decir que hasta el período que todo el mundo entiende como “pecaminoso” por excelencia (aunque no tenga porqué serlo necesariamente), viene determinado por esa luna pascual que marca el domingo de gloria, en consecuencia la semana santa, en consecuencia la cuaresma, y en consecuencia el carnaval (pinchando aquí lo conoce Vd. todo sobre esa luna tan especial de la que les hablo).
 
            Con no ser poco, no es sin embargo la única relación que ancla el carnaval en el calendario cristianos de fiestas, pues la propia palabra vuelve a relacionarse con el conjunto de conductas propio de las celebraciones cristianas. Y es que su origen etimológico, como el mismo Diccionario recoge con propiedad, no es otro que que aquél que lo relaciona con el “italiano carnevale, haplología1 del antiguo carnelevare, de carne ‘carne’ y ‘levare’, quitar, calco del gr. ἀπόκρεως apókreōs”, quitar la carne pues, una abstinencia de carne que no es otra que aquélla que caracteriza el comportamiento del cristiano durante las fechas cuaresmales (pinche aquí para conocer un poco más sobre la práctica de la abstinencia en la religión cristiana, o por lo menos en España).
 
            Un origen etimológico muy similar al que encontramos en las llamadas “carnestolendas”, perfecto sinónimo de “carnaval”, y proveniente, siempre según el Diccionario, del “latin ‘caro-carnis’ carne, y ‘tollendus’, gerundivo de ‘tollĕre’, quitar, retirar”, retirar la carne, abstinencia de carne pues.
 
            Y bien amigos, con estas breves consideraciones, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Y los que de Vds. celebren carnaval, que lo disfruten mucho y que lo pasen muy bien, que pasarlo bien y divertirse no es pecado. Pueden ser pecado algunas formas de divertirse, lo que en modo alguno convierte a aburrirse es una virtud, que también hay pecados que, por si pecar fuera poco, son encima terriblemente aburridos (¿qué me dice Vds. de la envidia, sólo a modo de ejemplo?)
 
 
            (1) Por cierto, y ya que de orígenes etimológicos va hoy el artículo, “haplología” no es sino la “eliminación de una sílaba semejante a otra contigua de la misma palabra; p. ej., cejunto por cejijunto, impudicia por impudicicia”, proveniente, siempre según el Diccionario, “del griego ἁπλόος haplóos ‘simple’ y ‘logía’”.
 
 
            ©L.A.
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