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Enfermedad y dignidad de la persona anciana

Mi labor desde hace 50 años ha sido la docencia y la investigación del sistema nervioso central. Los temas a los que más me he dedicado son los del sueño y la proteína priónica celular.
 
Las enfermedades priónicas son de evolución rápida, de carácter o heredofamiliar o infectivo, provocadas por proteínas más pequeñas que los virus.
 
Son enfermedades priónicas el scrapie de las ovejas, la enfermedad de las “vacas locas”, las encefalopatías espongiformes humanas, el kuru. El kuru estaba unido al canibalismo ritual, en Nueva Guinea. Un guerrero portador de una encefalopatía espongiforme estaría probablemente en el origen de la infección. La enfermedad atacaba a las mujeres y a los niños, pues a ellos se les reservaba el cerebro del vencido, la parte más infectante. Al abandonar el ritual, el kuru desapareció.
 
También lo es el insomnio familiar fatal o grave, descrito por el grupo de Lugaresi en 1986. El primer síntoma es un insomnio persistente, reacio a todo tratamiento. Se produce la muerte en un plazo de un año o algo más. En la autopsia se observa la afectación de determinadas estructuras cerebrales.
 
Fue Stanley Prusiner, Premio Nobel, quien en los años ochenta demostró la presencia del agente responsable en tales enfermedades. Lo llamó prión, o partícula proteica infectante.
 
Pero existe además una proteína priónica normal, fisiológica, no infectante, o proteína priónica celular (PrPc), abundante en las zonas más altas del encéfalo, donde se concentra más con la edad. Su función entre otras, es la de proteger las sinapsis. Si el prión se pone en contacto con ella, esta se transforma en prión.
 
En el anciano hay menos proteína priónica fisiológica que en el joven. Y se da otro hecho: en las placas amiloides que aparecen en el cerebro con enfermedad de Alzheimer (EA) hemos observado la presencia de la proteína príónica. ¿Qué son las placas amiloides? ¿Qué son los ovillos neurofibrilares? No son más que elementos tóxicos, que invaden el cerebro en la EA y que le inhabilitan en su funcionamiento. ¿Qué papel  desempeña la PrPc en la EA? Probablemente enlentece el proceso de la muerte neuronal. El Alzheimer es una enfermedad tremenda, que puede darse en la vejez, pero incluso en edades maduras. Y por otra parte, estos productos tóxicos van apareciendo en el cerebro, en su progresivo envejecimiento.
 
Pero la vejez no es una enfermedad. Es un proceso normal, que afecta a todo el organismo, con cambios que se van manifestando en el cerebro en el decurso del tiempo. Se produce muerte neuronal, entre otras estructuras, en el hipocampo, los cuerpos mamilares y el núcleo de Meynert, zonas relacionadas con los procesos de memoria. Hay además muerte neuronal en las estructuras cerebrales que controlan el movimiento. Hay alteraciones en los relojes biológicos cerebrales, que explican en parte las anomalías en el sueño del anciano. Estos y otros cambios explican las alteraciones en lo cognitivo y en lo emocional, que no significan forzosamente muerte intelectual ni inhabilitación afectiva. Y todo ello en relación con la historia personal y familiar de cada individuo, ya que el envejecimiento cerebral es personal.
 
El anciano es útil, si no por su experiencia y por la capacidad intelectual que le quede, por el testimonio de una lucha y de una entrega vital. Viejos influyentes fueron San Juan XXIII (al ser elegido, llamado por algunos Papa de transición), que convocó un Concilio que, sin cambiar los fundamentos, renovó la Iglesia profundamente; el Beato Pablo VI, San Juan Pablo II, pontífices gigantes; el Papa Francisco, otro gigante de la Iglesia.
 
A la sociedad actual le molestan las primeras y las últimas etapas de la vida: léase aborto, léase eutanasia. Siempre me han impresionado estas frases del Gaudeamus igitur: “Post iucundam juventutem, post molestam senectute nos habebit humus [Tras la alegría de la juventud y las dificultades de la ancianidad nos espera la tierra]”. Frases pesimistas, tristes: la tierra, el humus, es nuestro destino, según esta letra. El anciano, además de ser hombre, con todo lo que esto significa, es un hijo de Dios. Su destino no es el humus. Esta es la raíz de su dignidad.
 
¿Por qué no se respetan los mandamientos de la Ley de Dios de no matar y honrar padre y madre? Creo que hay una explicación: el egoísmo y el no querer ver el hecho incuestionable de que hemos de envejecer, y hemos de morir. Decía Quevedo: “Todos deseamos llegar a viejos y todos negamos que hayamos llegado”. Y dice el Papa Francisco: “Una civilización en donde no hay lugar para los ancianos, en la que son descartados porque crean problemas es una sociedad que lleva consigo el virus de la muerte”.
 
Está muy presente en la sociedad  el mito de la juventud eterna, tal como la entendía Fausto.  Es la idea de Mefistófeles, la de la juventud física permanente. Muchos desean conservar siempre un aspecto juvenil; pero hay jóvenes que son viejos y viejos que son jóvenes.
 
Tenemos que darnos cuenta de que la juventud, etapa concreta de la biografía de cada uno, tiene que significar algo más: una disposición ilusionada ante la vida, una permanente tensión hacia lo bueno, lo bello y lo verdadero. Por eso, la vejez puede ser una etapa de progreso, de viaje hacia un futuro eterno, permanente, de vida, no de muerte.
 
Varios profesionales, en su jubilación, escribieron sobre la ancianidad. Sospecho que el otoño de la vida (así definía Cicerón la ancianidad) invita a escribir, a contar las propias  experiencias, que si no se plantean como “batallitas” aburridas, pueden ser útiles.
 
José Luis Velayos es catedrático honorario de Neuroanatomía de las universidades de Navarra y San Pablo CEU, autor de ocho libros, el último El envejecimiento cerebral. Dignidad de la persona anciana (Digital Reasons).

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