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El consumo responsable (II)

Decía en mi última entrada que ser responsable puede resumirse en ser consciente del impacto que tienen nuestras decisiones. Aplicado a nuestro consumo, ser responsable conlleva darnos cuenta de los efectos que tienen nuestros hábitos de comida, de transporte, de vestido, de diversión y de cualquier otra actividad que nos lleva a comprar cosas. Todo lo que consumimos requiere una cierta cantidad de energía y materias primas, de trabajo e inventiva humana, y todo en consecuencia tiene un impacto ambiental y social. Según sea nuestro consumo, esas repercusiones pueden ser más o menos dañinas sobre el medio y las personas. Habitualmente no somos muy conscientes de esas repercusiones, ya que nos falta información para calificar las cosas que consumimos. Hay algunas excepciones, como los electrodomésticos (que suelen ya tener una etiqueta que identifica su eficiencia energética) o los automóviles (que nos informan del consumo de combustible), pero en otros muchos aún hay bastante por hacer. Para remediar esa carencia, distintas iniciativas intentan informar al consumidor de los productos que consume. Me parece de especial interés la realizada por la organización goodguide (http://ift.tt/zEmyeG) que puntúa más de 250.000 productos vendidos en EE.UU. en función de los aspectos sociales, ambientales y de salud que implica su producción y distribución.
 
En esta línea desde la cátedra de ética ambiental de la Universidad de Alcalá, estamos intentando promover el etiquetado energético de los productos alimenticios en nuestro país, de tal forma que el consumidor pueda tener información adicional sobre un aspecto relevante de los productos que consumimos. En estos días se celebra una nueva cumbre del tratado de cambio climático de la ONU, que debería comenzar a poner encima compromisos concretos para reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Las decisiones deberían ser muy amplias y muy contundentes, dada la gravedad de los impactos que ya tiene, y puede tener mucho más, el calentamiento terrestre. Una de esas medidas es que el consumidor sea consciente de las emisiones que ha generado un producto y que eso le sirva como elemento de juicio para comprarlo o no, o para elegir una alternativa más eficiente energéticamente. El cambio climático no va a modificarse drásticamente porque nuestro consumo sea más responsable, pero me parece muy relevante que cada uno se posicione ante un problema que nos afecta a todos y haga lo que esté en su mano para resolverlo. Además del impacto directo que esas actitudes tienen, también servirá para extender esa preocupación a nuestro entorno y para exigir a nuestros líderes politicos o económicos que vayan en la misma dirección. Esto es, en pocas palabras, un ejemplo de lo que significa ser parte de la solución o ser parte del problema.

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