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La lámpara del cuerpo es el ojo


¿Cuántas veces lo hemos leído?
 
El Hijo de Dios nos está diciendo que no vemos la realidad, sino que la iluminamos con nuestra mirada: el ojo es la lámpara, la linterna, la bombilla que ilumina todo aquello que vemos; el ojo -como una lámpara- distribuye la luz sobre las cosas del mundo para hacerlas visibles.
 
Y así, calificamos a una persona o a una situación de odiosa porque la iluminamos con la luz de nuestro propio odio, una luz tétrica en este caso, como de película de miedo.
 
Y vemos a la amada resplandeciente porque la iluminamos con la luz de nuestro amor, que no es ciego, sino todo lo contrario: el amor es la luz verdadera, la que más y mejor ilumina.
 
Cuando decimos que "lo vemos todo negro" proyectamos sobre la realidad la oscuridad de nuestro interior: la luz de la lámpara es tan débil que apenas sirve para delimitar los contornos de un mundo que, bien iluminado, es bellísimo.
 
Pero, ay, si el ojo está enfermo, ¡cuánta oscuridad habrá!
 
Habrá guerras, crímenes, adulterios, mentiras, robos, estafas, violencias y odios que salen de un corazón que no está conectado a la corriente de la Luz que es Dios, y la electricidad no llega a la lámpara, ese ojo enfermo, apagado.
 
Si la luz que hay en ti se oscurece, dice el Señor... Somos seres de luz. Vean la Transfiguración, esplendor sublime de esa Luz de la que ya participamos por los méritos de Cristo.
 
A continuación, un Jesús apenado da la razón de la oscuridad: no se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero.
 
El dinero, la  avaricia -una idolatría-, el afán de tener -"I want it all, and I want it now"-, es la causa primera de toda oscuridad.

Y concluye con la clave de la iluminación: "No os inquietéis por vuestra vida, pensando qué váis a comer..." La conexión a la corriente divina se llama Fe, confianza en Dios. Abandono en su poder.
 
 
Coda: Que la realidad varía según la mirada del observador, según la luz que proyectan sus ojos sobre ella, es un concepto de la física cuántica. Pero esto, tan sorprendente y tan coincidente con el Evangelio, es algo que debe explicar un científico, si hay alguno en la sala.
 

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