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Mi Reino no es de este mundo. San Juan Crisóstomo


Cuando rezamos el Padre Nuestro pedimos a Dios que Su Reino venga hasta nosotros. Esta petición se suene rezar sin adentrarnos en lo que significa. El Reino de Dios no es un reino social, tampoco es político y mucho menos es un reino militar. El Reino de Dios es aquel en el que todos estamos unidos a Su Voluntad sin que medie obligación alguna. En el Reino de Dios se actúa por amor y se vive para santificar el Nombre de Dios.

Por desgracia existen ideologías teológicas que proponen un reino de este mundo y un dios indiferente. Proponen una justicia aparente y una falsa misericordia. Entienden al cristiano como un militante que actúa como si fuera un peón dentro del tablero de las circunstancias socio-económicas. Desprecian toda espiritualidad y trascendencia. Incluso llegan a despreciar lo sagrado, porque únicamente encuentran a Dios en los aspectos sociales de las personas.

¿Quieres conocer el Reino? ¿Qué ves, pues, aquí que se le parezca? Tienes ante tus ojos los clavos y una cruz, pero esta misma cruz, dice Jesús, es el signo de su Reino. Y yo, viéndole sobre la cruz, le proclamo rey. ¿No es propio de un rey morir por sus súbditos? Él mismo lo ha dicho: “El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10,11). Si es así para un buen rey; también él da la vida por sus súbditos. Yo lo proclamaré rey a causa del don que ha hecho de su vida. “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino.”

¿Comprendes ahora cómo la cruz es el signo del Reino? He ahí otra prueba. Cristo no dejó su cruz sobre la tierra, sino que la levantó y se la llevó al cielo con él. Lo sabemos porque él la tendrá cerca de sí cuando volverá en gloria. Todo eso para que aprendas cuán venerable es esta cruz que él mismo ha llamado su gloria… Cuando vendrá el Hijo del hombre, “el sol se oscurecerá y la luna perderá se esplendor”. Entonces reinará una claridad tan viva que incluso las estrellas más brillantes quedarán eclipsadas. “Las estrellas caerán del cielo. Entonces aparecerá en el cielo el signo del Hijo del hombre” (Mt 24,29s). ¡Ya ves cual es el poder del signo de la cruz!.

(San Juan Crisóstomo. Homilía sobre la cruz y el ladrón, 1, 3-4)

San Juan Crisóstomo indica dónde está el Reino de Dios: en los clavos y la cruz que hacen posible la redención. Recordemos que Cristo mismo nos dijo que: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mt 16, 25) dándonos a entender que sólo donando nuestra vida por Cristo, encontraremos la puerta del Reino. También nos indicó que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 25), señalando la Cruz como parte del camino que tenemos que seguir para seguirle. Entonces ¿Cómo podemos proclamar que un reino de este mundo puede ser el reino de Dios? Sin duda sólo podemos hacer si el rey no es Cristo, sino el maligno.

Hoy celebramos la festividad de Cristo Rey. Final e inicio del año litúrgico. Un domingo en el que deberíamos dar gloria a Quien es Camino, Verdad y Vida. Un domingo en que nuestras rodillas deberían doblarse para proclamar que queremos ser como el Buen Ladrón, que con humildad supo pedir perdón al Señor y esperar su misericordia. Cada vez nos cuesta más doblar nuestras rodillas y más aceptar que Cristo es Señor, centro de giro de nuestra fe. El mundo que poco a poco, va transformando nuestro concepto de Dios para adecuarlo a lo que estima correcto. Una corrección que es medida de hombre no de trascendencia y sacralidad.

Quien llama a un reino al que se entra por la puerta ancha, sólo desea confundirnos y llevarnos donde Cristo no desea que caminemos. El Reino de Dios tiene una sola puerta, la cruz de cada uno de nosotros y sólo un verdadero profeta al que seguir: Cristo Rey del universo. 

 

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