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Reliquia del Padre Pío en Madrid el viernes 25, con conferencia de Laureano Benítez Grande-Caballero

El próximo día 25 de noviembre, viernes, a las 19.30 horas, el escritor Laureano Benítez Grande-Caballero, impartirá una conferencia sobre el santo Padre Pío de Pietrelcina en el Colegio «Sagrado Corazón», en la calle Divina Pastora (frente al nº 13), en el distrito de Fuencarral de Madrid.

En el transcurso de la conferencia ―cuya entrada es libre― se proyectarán vídeos sobre el santo, y se expondrá una reliquia suya con certificado de autenticidad.

El autor ha publicado tres libros sobre la extraordinaria figura del Padre Pío (1887-1968), santo mundialmente conocido porque llevó los estigmas de Cristo durante 50 años, siendo el único sacerdote estigmatizado de la historia de la Iglesia, y la persona que más tiempo llevó las llagas de Cristo.

Bilocación y curaciones
Además de los estigmas, fue portador de muchos otros dones místicos, como éxtasis, clarividencia, profecías, bilocaciones, olor de santidad y curaciones milagrosas.

Los incontables milagros que protagonizó ―y sigue protagonizando― le convierten sin lugar a dudas en el santo más prodigioso de la Iglesia, y en el más popular, ya que es el santo al que más se invoca actualmente para conseguir el favor divino.

Millones de devotos
Su tumba en san Giovanni Rotondo, en el sur de Italia,  es visitada por cerca de 8 millones de peregrinos, con lo cual es el segundo santuario más visitado de la Cristiandad, sólo por detrás del santuario de Guadalupe, y por delante de la mismísima Basílica de san Pedro.

Por todo el mundo hay más de 3000 Grupos de Oración del Padre Pío, movimiento fundado por él mismo, que cuentan con más de 3 millones de fieles.

Esta enorme marea de peregrinos, este fenómeno de conversión de masas, único en la historia de la Iglesia, muestra a las claras que el mundo tiene hambre y sed del Dios vivo, del Dios que se encarnó en Jesús, del Jesús que sigue vivo y presente en el mundo.

Significación de un gran santo
El Padre Pío vino a llenar el «vacío de Dios» que sufre el mundo contemporáneo, a hacer presente al Jesús vivo y resucitado, que se manifestaba a través de él, que volvía a sangrar en sus estigmas, que volvía al Calvario en sus eucaristías, que retornaba para sanar a los enfermos, para salvar almas en el ministerio de la confesión.

No fue un teólogo, ni un erudito, ni ocupó cargos de autoridad, ni tuvo títulos, ni escribió libros. Nunca salió de su convento: era un simple sacerdote que decía misa y confesaba. Un sacerdote que practicó en grado heroico las virtudes cristianas.

Pablo VI resumía la figura del santo de los estigmas con estas palabras: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! ¿Por qué? ¿Quizá porque era filósofo o sabio o tenía medios a disposición?... No, sino porque decía Misa humildemente, y confesaba desde la mañana hasta la noche... ¡Era un hombre de oración y sufrimiento!”

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