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Trump y su triunfo por el declive de lo "políticamente correcto"

El martes 8 de noviembre del año en curso, Donald Trump, ganó la presidencia de los Estados Unidos de América, toda vez que el colegio electoral le fue favorable. Parecía imposible que sucediera y, sin embargo, pasó. Quizá por primera vez en la historia, las redes sociales, se quedaron cortas y no alcanzaron a pronosticarlo, a pesar de haber sido “trending topic” (español: tendencia) en un sentido negativo por parte del electorado. De cualquier forma, no es Trump, el eje de nuestro ensayo, sino el beneficio que obtuvo gracias al declive de lo “políticamente correcto”. Según las Ciencias Políticas, habrá que darle al menos cien días (a partir del inicio de gestión) antes de emitir algún comentario, pues no sabemos todavía cómo será el “modus operandi” de su gobierno.

Ahora bien, ¿qué entendemos por “políticamente correcto”? Es una forma de construir un discurso, desde la introducción, pasando por el desarrollo hasta llegar a la conclusión, sin afrontar los problemas de raíz. En vez de eso, se centra en exaltar los supuestos valores del pensamiento mayoritario desde una perspectiva acrítica. En otras palabras, decirle a las personas lo que quieren oír, en lugar de lo que realmente deberían escuchar en base al estudio atento de la realidad, cosa que –dicho sea de paso- en el caso de un político debe tener un lugar preponderante, pues se requiere que esté debidamente enterado de lo que sucede en las calles. ¿Siempre fue así? No. Por lo pronto, a mediados del siglo XX, tuvimos figuras negativas, pero también positivas. Winston Churchill fue uno de esos líderes que supieron salvaguardar la libertad en medio del nazismo que amenazaba a Gran Bretaña y, en realidad, al resto del mundo. Sin duda, Churchill, al momento de elaborar y comunicar sus discursos, no lo hacía en tono “políticamente correcto”. Al contrario, hablaba claro, sabía hasta dónde, pero su capacidad de incidir despertaba, con justa razón, el respeto de los ciudadanos. El problema vino más bien, a partir de 1968, cuando progresivamente la razón fue sustituida por el sentimiento y la euforia del momento. En realidad, el triunfo de Trump, no se debió literalmente a sus palabras, pues hay aspectos cuestionables, sino al hecho de escuchar algo diferente. Con esto, no podemos avalar ningún tipo de discriminación, pero lo cierto es que el mundo está tan acostumbrado a “más de lo mismo” que cuando llega “x” candidato con algo distinto, independientemente de que sea ético o no, hay un despertar y el rating sube. Entonces, ¿necesitamos discursos violentos? No, nunca, pero sí saber ir más allá del “todo vale” o, bien, aquello de “prometemos…haremos…buscaremos…”, etc., pero sin una revisión crítica de lo que se dice y lo que, en realidad, se lleva a cabo. La gente, a escala global, se siente decepcionada. De ahí que estemos frente al declive de lo “políticamente correcto” que, en este caso, influyó en el voto estadounidense. Trump, de pronto, habló de defender la vida desde la concepción, algo que chocó con lo que se suele escuchar en el contexto de la “res publica” (cosa pública); sobre todo, frente a la propuesta de Hillary Clinton en un sentido diametralmente opuesto. Algunos pensaban que justo eso lo haría perder, pero en realidad, se dio una reacción que plantó cara a lo supuestamente correcto, adecuado, como sería reducir a escombros la cultura de la vida, valiéndose del peso de la legislación.

A pesar del relativismo dominante, existe, al menos, el interés, la sana curiosidad, de buscar la verdad y eso se consigue viendo más allá de lo aparente. En el caso de los discursos, se impone la necesidad de hacerlo. La cuestión es saber identificar lo que hay detrás y, desde ahí, ejercer el voto con responsabilidad. Una sociedad que sea madura democráticamente hablando, deberá analizar y no quedarse con los rumores abstractos. Quizá, después de todo, lo “políticamente correcto”, caiga en desuso. El reto, claro está, será evitar el otro extremo: la ideología. Cuidando de no caer de ese modo, el paso, aunque sea pequeño, estará dado en favor de la realidad que nos está tocando vivir.

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