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No se haga lo que desagrada a Dios; por el juego llega la maldad. San Agustín


Dicen que año nuevo, vida nueva. Pero lo que realmente nos vivifica no es el paso el tiempos, sino la acción de la Gracia de Dios en nosotros. ¿A qué jugamos cuando ponemos por delante la división a la unidad? ¿Qué buscamos cuando reafirmamos nuestra incapacidad de vivir una misma y única fe? Dios sabe hablar en el momento oportuno y lo hace a través de los profetas y la Palabra de Dios. La mano de Dios es misericordiosa con quien suplica perdón, pero terriblemente justa con quien se cree superior a los demás y a Dios mismo. El Evangelio nos llama a allanar los caminos para que la Palabra de Dios se haga presente entre nosotros ¿Qué hacemos peleando entre nosotros en vez de trabajando para llegar a todo el que necesita de Dios?

Quien gobierna los astros toma el pecho; sacia a los ángeles, habla en el seno del Padre y calla en el seno de la madre. Pero, en el momento oportuno, ha de hablar para llenarnos de su evangelio. Por nosotros ha de padecer, por nosotros ha de morir; para dejarnos un ejemplo del premio que nos espera ha de resucitar; ante los ojos de sus discípulos ha de subir al cielo, y del cielo ha de volver para el juicio. Mirad, el que yacía en el pesebre se empequeñeció, pero no desapareció: recibió lo que no era, pero permaneció en lo que era. Ved que tenemos a Cristo convertido en niño; crezcamos con Él.

Como veo que a causa de la festividad han acudido muchos, conviene que os diga lo siguiente. Pronto ha de llegar el día de año nuevo. Todos sois cristianos; gracias a Dios, la ciudad es cristiana. Dos clases de hombres se encuentran aquí; cristianos y judíos. No se haga lo que desagrada a Dios; por el juego llega la maldad, y por las bromas lo que no se puede aprobar. No se constituyan en jueces los hombres, para no caer en manos del verdadero juez. Escuchadme: sois cristianos, sois miembros de Cristo. Considerad lo que sois, pensad a qué precio habéis sido rescatados. Por último, si queréis saber lo que hacéis... lo digo a los que hacen eso. Vosotros a quienes desagradan tales acciones no consideréis injuriosas mis palabras. Van dirigidas a quienes las hacen y se complacen en ello.

(San Agustín. Sermón 196, 3-4)

Tal como dice Cristo, pensemos el precio al que hemos sido rescatados, que es precio de cruz para el Hijo de Dios. Quien cree que la cruz fue una injusticia, es incapaz de dar valor a la entrega del Hijo de Dios para salvarnos. Quien busca recovecos para justificar el pecado, es incapaz de valorar el sufrimiento de Cristo en la Cruz. Quien decide a quien juzgar y condenar, para realzarse más a sí mismo, no es más que uno de los miles anticristos que hemos padecido durante más de dos mil años. Es fácil abstenerse de juicio cuando cuando conviene y juzgar despiadadamente cuando también conviene. Esta contradicción evidencia que hay mala voluntad detrás y define claramente a quien la hace.

No debemos confundir misericordia con complicidad y buscar todo tipo de excusas para agrietar el entendimiento del pecado y del mal. Tampoco tenemos que confundir el justo discernimiento con el juicio temerario al hermano. No es fácil distinguir entre condena y discernimiento, cuando la Tradición Apostólica queda oscurecida por interpretaciones modernas y postmodernas. La unidad en la fe necesita más que apariencias, abrazos y declaraciones delante de fotógrafos y televisiones. La unidad necesita tener a la Roca, Cristo, como fundamento. Cristo en su totalidad, sin recortar los Evangelios o interpretar que no todo lo que dicen es Palabra de Dios.

Iniciamos un año que tengo la sensación que será complicado para todos los católicos. Sobre todo para quienes tenemos claro que Cristo es el centro y que la Tradición Apostólica lo que debe unirnos. El mundo tiene gran interés de desactivar el cristianismo y convertirnos en una gran ONG. Para ello utiliza todo instrumento que se deja utilizar y son muchos los instrumentos que están dispuestos a dejarse utilizar en estos momentos.

Roguemos al Señor para que nos ayude a andar el camino de la santidad, que conlleva ser justos y misericordiosos. Capaces de corregir a todos los que se equivocan, viendo en nosotros mismos los mismo errores que señalamos en los demás. Capaces de enseñar al que no sabe, viendo en nosotros la necesidad constante de la sabiduría de Dios. Ser capaces de dar a quien necesita, sin ser cómplices de los pecados ajenos. Dios nos conceda un año 2017 lleno de esperanza en Él y en la Voluntad de Dios.
 

No se haga lo que desagrada a Dios; por el juego llega la maldad, y por las bromas lo que no se puede aprobar.”
 

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