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Viene Dios mismo y nos salvará

                                         
Queridos amigos y hermanos de ReL: con el 3º Domingo de Adviento el pensamiento de la Navidad ya cercana domina la liturgia. En efecto, la Navidad al celebrar la encarnación del Hijo de Dios, señala el principio de la salvación, y la humanidad ve cumplirse la antigua promesa y tiene ya al Salvador.
 
Las lecturas del día son un mensaje de consuelo y alivio. Especialmente el texto de Isaías: “Decid a los apocados de corazón: ¡Valor! No temáis, he ahí nuestro Dios…, viene él mismo y os salvará. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, se abrirán los oídos de los sordos. Entonces saltará el cojo como un ciervo, y la lengua de los mudos cantará gozosa” (35, 4-6).
 
Esta profecía se ha cumplido también literalmente con la venida de Jesús, y él mismo se sirvió de ella para probar su mesianidad. El Evangelio de este domingo es de san Mateo, capítulo 11, versículos del 2 al 11 y se sitúa en la prisión donde Herodes había encerrado a Juan Bautista, quien está atento a la actividad de Jesús.
 
Sabe que Jesús es el Mesías, pero su comportamiento tan diferente de cómo él lo había vaticinado quizá lo vuelve perplejo; y por otra parte también sus discípulos tienen necesidad de ser iluminados y Juan los manda a preguntar al Señor: “¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?” (Mt 11, 3).
 
Por toda respuesta Jesús presenta los milagros realizados: “Id y referid a Juan lo que habéis oído y visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados” (ib 4-5).
 
El cumplimiento de la profecía de Isaías es evidente. Pero Jesús añade aún: “y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí” (ib. 6). Jesús cumple su misión de Salvador no de una manera imponente, sino sencilla y humilde; no se presenta como triunfador, sino manso y como pobre venido a evangelizar a los pobres, a sanar a los enfermos y a salvar a los pecadores.
 
Su estilo podía escandalizar a quienes esperaban un Mesías potente y glorioso, pero es de consuelo y estímulo a quien se siente pobre, pequeño, enfermo, necesitado de salvación. Ante la bondad y la mansedumbre del Salvador, el corazón se dilata de esperanza. Él ha venido al mundo para infundir fuerza al hombre de buena voluntad y de sincera fe, para sostener a los débiles, para curar las heridas del pecado y traer a todos a la salvación.
 
Como los profetas tuvieron la mirada constantemente dirigida hacia el Salvador prometido, también el cristiano debe vivir con la mente puesta en la venida de Jesús, que se renueva cada día por la gracia y la Eucaristía, que se hace más íntima en la celebración devota de la Navidad, y que se convertirá en definitiva y nos llenará de felicidad en el último día.

Con mi bendición.
Padre José Medina
 
“Intimidad divina” es un libro de meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año, todo un clásico, cuyo autor es el P. Gabriel de Santa María Magdalena, carmelita descalzo, (1893-1953). Es uno de los grandes maestros del siglo XX, estas meditaciones en texto y en audio, síntesis y readaptación de las suyas, las presento como un sentido homenaje y con el sincero empeño, de darlo a conocer a las nuevas generaciones de cristianos.
 

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