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Un ejemplo de "testigos del Evangelio": los tres Sabios de Oriente. San Agustín


Aparte de los Sabios de Oriente, también fueron testigos del Evangelio los pastores. Los Sabios fueron llamados meses antes del nacimiento del Señor por la Voz de Dios presente en la ciencia y el conocimiento. Los pastores, los llamó un Ángel en el momento del nacimiento de Nuestro Salvador. Estos son los primeros testigos de Evangelio. Son testigos, porque pueden dar fe de la Buena Noticia: “Dios ha nacido entre nosotros y nos dice que todo y todos, tenemos sentido en su Nombre”. ¿Quiénes son verdaderos testigos del Evangelio?

¿A quién no llama la atención el que los judíos respondiesen según la Escritura a la pregunta de los magos sobre dónde había de nacer Cristo y no fueron a adorarlo con ellos? ¿Qué significa esto? ¿No estamos viendo que incluso ahora no sucede otra cosa, cuando en los mismos ritos a los que está sometida su dureza no se manifiesta otra cosa que Cristo, en quien no quieren creer? Cuando matan el cordero y comen la pascua, ¿no anuncian a Cristo a los gentiles, sin adorarlo ellos?  ¿Qué otro valor tiene nuestro actuar a propósito de los testimonios de los profetas, en los que está preanunciado Cristo? A los hombres que sospechan que tales testimonios fueron escritos por los cristianos, no cuando aún eran futuros sino después de acontecidos los hechos, los emplazamos ante los códices de los judíos para confirmar sus ánimos dudosos. ¿Acaso los judíos no muestran también entonces a Cristo a los gentiles, sin querer adorarlo en su compañía?

Después de conocer al Señor y Salvador Jesucristo, quien, para consolarnos a nosotros, yació entonces en una gruta angosta y ahora está sentado en el cielo para elevarnos allí, anunciémosle nosotros en esta tierra, en este país de nuestra carne, de manera que no volvamos por donde vinimos ni sigamos de nuevo los pasos de nuestra vida antigua; anunciémosle nosotros de quienes eran primicias los magos; nosotros, heredad de Cristo hasta los confines de la tierra en atención a la cual entró parcialmente la ceguera en Israel hasta que llegue la plenitud de los gentiles. He aquí lo que significa el que aquellos magos no regresaron por donde habían venido. El cambio de camino es el cambio de vida. También para nosotros proclamaron los cielos la gloria de Dios; también a nosotros nos condujo a adorar a Cristo la refulgente verdad del evangelio, como si fuera una estrella del cielo; también nosotros hemos escuchado con oído creyente la profecía proclamada en el pueblo judío como testimonio de los judíos que no nos acompañan; también nosotros hemos honrado a Cristo rey, sacerdote y muerto por nosotros, cual si le hubiésemos ofrecido oro, incienso y mirra; sólo queda que para anunciarle a él tomemos un nuevo camino y no regresemos por donde vinimos.

(San Agustín. Sermón 202, 3-4)

¿Fue testigo del Evangelio el rey Herodes? Supo de primera mano lo que iba a ocurrir y no estuvo allí para arrodillarse y adorar al Logos hecho carne. Conocer no es suficiente, es necesaria la humildad que permite a la Gracia transformarnos. ¿El pueblo judío fue testigo del Evangelio? Tuvieron noticia directa del nacimiento de Cristo entre nosotros. Fueron llamados por los profetas en innumerables ocasiones. Pero, no fueron a adorarle. Ser llamados a estar presentes no es suficiente, es necesaria la docilidad que permite a la Gracia movernos hacia Dios. Para ser testigo del Evangelio es necesario conocer y ser llamado, pero además es imprescindible ser humilde y dócil. Quien es testigo del Evangelio no se cree salvador de sí mismo y de los demás. Tanto Herodes como el pueblo judío se sentían suficientes por sí mismos. No necesitaban a Cristo. Le temían, porque les impedía dominar a los demás.

En la historia hay muchos falsos testigos del Evangelio. ¿Cómo reconocerlos? Se proclaman a sí mismo segundos salvadores y se olvidan de Cristo, que es el único salvador. Confían en sus fuerzas y luchan por crear estructuras humanas que le lleven a ser considerados líderes. Se afanan en construir Torres de Babel para llegar a Dios desde sí mismos. La fuerza del ser humano, nuestra inteligencia, destreza o nuestros sentimientos no son suficientes para llegar a Dios y ser testigos del Evangelio.

El verdadero testigo del Evangelio, vuelve transformado por la manifestación de la humildad infinita de Dios. Así les pasó a los Sabios de Oriente. No buscan liderazgos mundiales ni cambiar la Iglesia a su propia imagen y semejanza. Quien ha doblado la rodilla delante del Salvador, sabe que sólo puede aspirar a que Dios le tome como herramienta. Dios es quien nos transforma, siempre que nosotros dejemos que actué en nosotros. Ser testigo del Evangelio es haber tomado el Agua Viva que Cristo ofrece junto al pozo de Jacob. ¿No fue la Samaritana testigo del Evangelio? Sin duda. Llegó a confesar a Cristo su situación de pecado en la que vivía y con ello, su arrepentimiento.

¿Qué podemos decir que los testigos del Evangelio que nos ofrecen actualmente? ¿Son humildes, dóciles, confiesan sus pecados y se arrepienten? No podemos festejar ni conmemorar la existencia de falsos testigos del Evangelio, aunque siempre habrá quienes estén dispuestos a ello. ¿Qué hacer? Tranquilidad, paz de corazón. Dejemos que los muertos festejen a los muertos. No vale la pena discutir con quien está empeñado en adorar becerros de oro. Sigamos la estrella de la Verdad, que es la que nos conduce hasta Cristo. Arrodillémonos ante Él y pidamos de corazón ser verdaderos testigos del Evangelio. Esperemos que su mirada se cruce con la nuestra y sentiremos que todo tiene sentido a partir de ese momento. Sólo Él tiene Palabras de Vida Eterna.

 

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