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Padre Sopeña S.I.

Ecclesia Digital

El misionero Federico Sopeña, S.J., fallecía el pasado miércoles en Bombay. El padre Sopeña había nacido en Barcelona en 1926 y llevaba más de 68 años en la India. Su amor a este país le llevó a adoptar la ciudadanía en 2016.

Este misionero, conocido en las calles como “Father Sopeña”, puso en marcha durante estos años numerosos proyectos sociales dirigidos a los más desfavorecidos, en especial a los adivasis o aborígenes indios. En 2013 coincidiendo con sus 60 años en la misión, se realizó un documental: “Father Sopeña: 60 años aprendiendo hindi”. El documental reconstruía su itinerario misionero en Bombay, desde los slums hasta las zonas rurales de Maharashtra, pasando por las montañas del Himalaya, donde estudió teología durante sus primeros años en la India.
 

En una carta casi resumía su vida y su misión en unas líneas: “Llegué a la India el 2 de diciembre de 1949, más verde que un pepino, lleno de sueños, lleno de tonterías, con un complejo de superioridad más grande que el Taj Mahal. Tenía 23 años. Un chico. Creía que yo era mis sueños… creía que el futuro estaba en mis manos… y en las de Dios, porque así lo había aprendido, pero no lo pensaba.

Sumariamente: llegué, terminé mis estudios de filosofía, estudié historia de la India, el Movimiento de Independencia, los grandes Héroes de la Nación. Aprendí arte y monumentos históricos del país. Estudié Hindi, la lengua oficial de La Unión India. Y comencé mi descenso a lo real. No iba a convertir, sino a ‘convertirme’, a ‘hacerme pequeño’, ‘a nacer de nuevo’, para trabajar humildemente junto a mis nuevos hermanos y hermanas, para lo que intuimos desde lejos, que debe de ser el Reino de los Cielos”.

Con motivo del programa “Misioneros por el Mundo” ‒que 13TV realiza con la colaboración de Obras Misionales Pontificias (OMP) ‒, el padre Sopeña mantuvo un fluido contacto con OMP, y se mostró desde el principio dispuesto a colaborar en el proyecto facilitando todo tipo de información acerca del país que conocía tan bien. A pesar de su ceguera casi total, el sacerdote escribía correos electrónicos (característicos por emplear siempre las mayúsculas), y mantenía su gran inteligencia y memoria.

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