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En una comunidad cristiana de Toledo


El padre Ibrahim Alsabagh nació en Damasco en 1971. Se crió en la capital siria, donde al terminar sus estudios se inscribió en la facultad de Medicina. Pero después de tres años en la universidad decidió entrar en el Seminario Oriental del Líbano. Más tarde surgió en él el deseo de entrar a formar parte de la orden de los Hermanos Menores franciscanos, al servicio de la Custodia de Tierra Santa. Al finalizar su formación en Roma, quiso regresar a Siria, donde desde 2014 es párroco en la iglesia de San Francisco de Asís y responsable de la comunidad latina en Alepo, una de las ciudades más martirizadas por la guerra siria. Acaba de publicar un libro donde narra su experiencia de estos años en el corazón de la guerra, Un instante antes del alba. Siria. Crónicas de guerra y de esperanza en Alepo. (fuente: encuentromadrid.com) Este evento fue organizado por la ong CESAL, y por parte de entidades eclesiásticas del arzobispado de Toledo como Caritas y la Delegación de Apostolado Seglar.

Por último, ha participado en EncuentroMadrid 2017 como ponente el pasado domingo 23, a las 12:30, en una charla titulada “Una belleza que construye historia. Crónicas de guerra y esperanza desde Siria e Irak” que tuvo lugar en el teatro auditorio de la Casa de Campo de Madrid, evento del que se han hecho eco varios Medios.

Pero, el día anterior, sábado 22, estuvo en Toledo, primero en un encuentro promovido por la archidiócesis de ese lugar y Caritas Toledo, que se realizó en la parroquia de san Juan de la Cruz, con gran asistencia de público. También estuvieron allí, entre otros, la radiotelevisión diocesana, el periódico ABC y CMM.

Lo que me interesa ahora es deciros lo que él contó fuera de la presencia de los Medios, totalmente off the record, que surgió más de un encuentro fraterno con una comunidad cristiana.

Respecto de la cuestión de la función que debe cumplir la Iglesia en una sociedad como la nuestra nos dijo que es muy importante la labor de los laicos, especialmente de cara a los jóvenes acogiéndoles, escuchándoles, animándoles, acompañándoles verdaderamente. Nos recordó el mensaje cuaresmal del Papa Francisco sobre acoger el don del otro y de la Palabra. El motivo de nuestra acogida ha de ser el don que Dios mismo ha hecho el otro a nosotros. Sobre su vocación franciscana dijo que quizá podría haber llegado a ser un buen médico en una familia cristiana, pero se le habría quedado una gran tristeza en el corazón. También nos comentó que en una ocasión había llegado a estar catorce horas confesando y que su paciencia procedía de a experimentación de que hay Uno que gasta su tiempo dándonos la vida, escuchándonos siempre. Y que por eso él había lo mismo. De la misma manera nosotros debíamos hacer lo mismo. Que todos sean recuperados y que nadie se pierda nos dijo que era una bella experiencia.

Acerca del tipo de caridad o modelo de acogida que debemos madurar aquí, nos señaló que el Señor, cuando ofreces tu disponibilidad “te hace sudar la camiseta”, que la caridad ha de ser, por tanto generosa y creativa. Si es generosa ha de ser sacrificada y estar dispuesta a dar la vida, a permanecer al lado de aquellos que están más necesitados en un acompañamiento real mostrándoles al Señor. Y ese es el trabajo que consuela a Cristo, acogiendo el corazón del otro. Y la caridad es creativa porque hay que inventar o fomentar formas de acoger mejor desde a novedad del Evangelio, y no solo desde las vías tradicionales, según un esquema de “hace trescientos años”, porque así las instituciones mueren.

Por último, no nos queríamos despedir sin que nos contara cómo vive allí en medio de la guerra, cuáles son sus verdaderos sentimientos y temores. Nos dijo que tuvo mucho miedo, sobre todo cuando llegaban los misiles y se movía la casa donde estaba. O cuando cayó el misil en la cúpula de su iglesia durante la celebración de la Misa. Y que el miedo ha crecido durante el tiempo. Es decir, antes conseguía dormir con ruidos más grandes que los de ahora, pero en el presente cualquier pequeño ruido le asusta y le agita. Reconoce que es un miedo humano, que no lo huye, porque forma parte de su emotividad y de los temores normales a ciertas cosas, pero que piensa que también los ha tenido y sentido Jesús, pero Él no lo dejó prevalecer frente a la voluntad del Padre. Si se hace prevalecer el miedo se endiosa de uno. Es mejor hacer como Jesús en el huerto de los Olivos, haciendo prevalecer lo que Dios quiere. Por ejemplo, para él, mientras haya cristianos, aunque quede uno solamente, es necesario que alguien le acoja y que él lo haría, porque es lo mismo morir por millones, por cincuenta mil o por uno solo.

Realmente fue todo un encuentro fraterno, lleno de testimonio vivo de Jesucristo, lleno de confianza en Dios, mucho más allá de nuestras limitaciones y miedos, tan humanos.</span>

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