Misionero pintor de cuadros
Ecclesia Digital
El pasado lunes 27 de marzo falleció en Granada, a la edad de 84 años, el misionero Pedro Molina, un Padre Blanco que ha dedicado toda su vida a la misión.
Nacido en Córdoba en 1932 e hijo de padres granadinos, estudió filosofía en el seminario diocesano de Córdoba. Ingresó en los Misioneros de África, Padres Blancos, el 27 de septiembre de 1956, fecha en que comenzó su año de espiritualidad en Argel. En junio de 1960 hizo su juramento misionero y fue ordenado sacerdote en Cartago, Túnez, el 29 de enero de 1961.
En octubre del mismo año llega a Burundi y comienza el aprendizaje de la lengua Kirundi. Trabajó en diferentes parroquias hasta que en 1974 fue enviado a Italia. En 1978 vuelve a Burundi y en 1981 regresa a Córdoba para atender a su madre enferma. En 1992, tras el fallecimiento de esta, vuelve a Burundi, país que tanto amaba y que tuvo que dejar definitivamente en 1996 tras un accidente de coche en el que perdió su brazo izquierdo.
En 1997 se traslada a Canadá donde presta sus servicios hasta 2004, fecha en que regresa definitivamente a España, como residente en la comunidad de Misioneros de África de Benicassim, Castellón.
A finales de noviembre de 2016, necesitando atención médica particular, ingresa en la residencia del Perpetuo Socorro de Santa Fe, en Granada. El pasado sábado, 25 de marzo, sufrió un infarto, falleciendo en el hospital Ruiz de Alda de Granada el lunes día 27.
A propuesta del Delegado de Misiones, Elías Alcalde, su cadáver fue velado en el Hogar Sacerdotal de Granada y el martes 28, se celebró su funeral en la Parroquia de Nuestra Señora de Gracia de Granada, antigua capilla del Seminario Menor. Sus restos mortales descansan en el cementerio de Córdoba junto a los de su madre.
Pedro era un artista, que se entusiasmaba pintando a Dios en sus cuadros religiosos. Decía, que los iconos había que pintarlos de rodillas. También trasmitía su amor a Dios construyendo ilusionado la iglesia de Murore o dibujando con pasión la iglesia de Giharo que nunca pudo construir, a causa de su dramático accidente. ¡Cuánto lloró la pérdida de su brazo!, que le alejó para siempre de su querido Burundi. El Burundi quedó lejos de sus ojos, pero siempre cerca de su corazón.
¡Pedro, descansa en la Paz del Señor e intercede por nosotros y por el pueblo de Burundi!”, explican sus hermanos de congregación.
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