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El beato Lolo, paralítico, ciego y ejemplo para los periodistas, se alimentaba de su amor a María

El beato Manuel Lozano "Lolo" es un ejemplo de cómo desde la enfermedad, estuvo décadas parapléjico y casi diez años ciego, se puede servir a Dios y hacer mucho bien a las almas. Él lo hizo desde el periodismo y la literatura y lo pudo hacer gracias a su profunda devoción mariana. Así explica Cari Filii News este amor de "Lolo" por la Virgen: 

“Los periodistas podrán encontrar en él un testimonio elocuente del bien que se puede hacer cuando la pluma refleja la grandeza del alma y se pone al servicio de la verdad y las causas nobles”. Así se refería el Papa Benedicto XVI en 2010 sobre Manuel Lozano “Lolo”, beatificado ese mismo año y ejemplo para periodistas.

Pese a la parálisis que le dejó paralítico durante 28 años y aun quedándose ciego los últimos nueve años de su vida, Lolo escribió una extensa obra literaria, periodística y espiritual.

Detenido por repartir la comunión de manera clandestina
Este beato andaluz se convirtió en el primer periodista en los altares sin pasar por el martirio aunque no rehuyó las tribulaciones. Fue un joven militante de la Acción Católica y fue hecho prisionero en 1937 por repartir clandestinamente la Comunión. Fue, en definitiva, un enamorado de Dios.

Pero también lo fue de María, por la que sentía una devoción extraordinaria. Así lo atestigua Rafael Higueras Álamo, postulador de la Causa de Beatificación de Manuel Lozano “Lolo”.

En el brazo del ‘sillón de ruedas’ del Beato Manuel Lozano Garrido siempre estaba colgado el rosario. Él definía esta oración mariana así: “Al atardecer, un revuelo de Ave-Marías”. Era la alegría de su oración de cada día a la Virgen.

El postulador de la causa recuerda que “son muchas y bellísimas las páginas escritas por este beato sobre la Virgen. Es sublime la crónica sobre la procesión de la Virgen de Tíscar. Es de gran  hondura teológica mezclándose (con la descripción de la belleza de la sierra de Cazorla en la que crecen las espigas), el fervor por la Eucaristía, -que es carne de las entrañas de Santa María-, la Encarnación de Verbo, y el pueblo fiel -que es la ‘Iglesia’- invocando a la Madre de Dios que nos dio a Jesús”.

Pero si sus páginas dedicadas a la Virgen son bellas, son igualmente bellos los momentos de la vida del Beato Manuel Lozano relacionados con la Madre de Dios.

Cuando en 1942 es llamado de nuevo a la vida militar (a los 17 años fue movilizado en la etapa de guerra 1936-1939) ahora  -en 1942- con destino al cuartel de Intendencia a Madrid, pide a sus compañeros de Linares subir antes a despedirse de la Virgen de Linarejos, en su Santuario. Ese fue su último ‘caminar’ en Linares: pocos meses después volvió pero ya paralítico. Sus pies no volvieron a caminar.

Sus lágrimas en Lourdes
De los veranos que, ya enfermo, pasaba en Tíscar, (acompañando tantas veces a los jóvenes de Acción Católica de Linares que acampaban algunos días allí), quedan sus recuerdos escritos ante aquella Virgen ‘de los ojos grandes’, como él la llamaba. Cuenta Lucy, su hermana, su amiga, su confidente, sus pies y sus manos durante toda su vida: “Al anochecer, cuando lo entrabamos a la capilla para estar con la Virgen, nos decía: ‘Dejadme un rato estar aquí’. Esta Virgen de Tíscar tiene una peculiaridad: lleva al Niño  -ya crecidito- y Lolo observa con gozo: Quiero ser voz mensajera,/quiero ser dosel y verso./ que hoy al Niño, la Señora/ enseña en su andar primero”.

Es realmente emotivo su viaje a Lourdes. Él lo cuenta con todo detalle en sus dos crónicas publicadas, con hondas reflexiones sobre  la fuerza del valor de la oración de intercesión y los milagros. Pero hay un momento precioso en aquel viaje. Su cabeza tan inclinada le impide mirar a la gruta donde está la Imagen de la Virgen. Su hermana se ingenia poner un espejo sobre las rodillas de Lolo. Siguió un largo silencio de oración. Al retirarle el espejo estaba lleno de lágrimas.

De entre las muchas y hermosas páginas que dedica a María, una de ellas la pone en labios de Jesús, que dice:

“Mi deseo es que la ternura, la pura, hermosa y fragante ternura humana, la vistáis todos desde la mañana a la noche. Cuando llora el hijo de mantillas, vuestra mujer lo toma en brazos y se le esponja el corazón. Y es que una madre es una cosa de la que sale como fuego, como azúcar, como serenidad, como dicha, como alegría. Os voy a hacer un seguro de ternura. Porque quiero que, con canas o con barba, tengáis junto a vosotros un corazón que se esponje cuando os tire de los párpados un ansia de llanto. Estaréis pensando que lo que digo es bonito, pero difícil. Y no. Es que os doy a MI MADRE, que tiene el corazón como una montaña, y se acabó. A ver si no llevo Razón. ¿Estáis contentos?” (M. Lozano Garrido. Mesa redonda con Dios, p. 223)

Hace algunos unos meses se defendió en la Universidad CEU San Pablo de Madrid una tesis doctoral, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Su autora, la profesora María Solano Altaba, estudió los más de 900 artículos de prensa publicados por Lolo en su vida: el estilo, los géneros literarios, la temática, la propia biografía que él mismo vierte en esa ingente publicación. Muchos de estos artículo o series de ellos fueron premiados ampliamente.

La Eucaristía y la Virgen son los dos grandes secretos que tienen a este  paralítico inmóvil en una alegría contagiosa hasta llegar a fundar la Obra pía SINAÍ: Grupos de oración por la prensa. Desde su profunda fe descubre la grandeza y potencia evangelizadora de la prensa, de los medios de comunicación social. Y entrega su vida a esa tarea maravillosa que se puede condensar en La oración por los periodistas o el Decálogo del Periodista.

En Linares tiene su sede la Fundación Beato Manuel Lozano, que con escasos medios materiales y de los que están muy necesitados, intenta mantener viva la llama de este hombre que tuvo una visión profética de los medios de comunicación y un ferviente amor a la Virgen.

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