La postal de Carmena
Con su estética de fanzine de los ochenta, la postal casaría mejor en la movida que en la Navidad. Tiene su lógica porque, en cierto modo, la izquierda madrileña no ha salido aún de la movida, su particular 2 de mayo, con Blas Piñar en el papel de Pepe Botella. En el imaginario de la izquierda cheli, la movida es al poder establecido lo que la ilustración al absolutismo. Pero la movida es nostalgia. La postal de Carmena denota que echa de menos a Tierno Galván, cuyos bandos, mira por donde, provenían de Quevedo y no de Gloria Fuertes. Claro que Tierno era un intelectual y Carmena una señora con una idea fija: la Iglesia es el antónimo del pueblo, que es bueno. Luego, la Iglesia es mala. Así que a por ella, pero que parezca un accidente.
El plan de Carmena, acabar con el catolicismo, no es nuevo, pero sí más sibilino que otros proyectos de demolición. La regidora prefiere no chocar de frente con la fe porque sabe que la fe siempre gana en el uno contra uno. De ahí su táctica de guerrilla para coger desprevenidos a los fieles, la mayor parte de los cuales se rinde sin luchar porque ignora que ha sido víctima de una emboscada. Quien crea que la ausencia de simbología cristiana en la postal no repercute en el espíritu de la Navidad se encontrará un día con la celebración pagana de las vacaciones de invierno. En el mundo al revés del populismo, el villancico estrella de la Nochebuena será La Internacional y los cirujanos de la clínica Dator apadrinarán el 28 de diciembre.
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