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A los llegados

Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 25

“La Iglesia nunca determinará qué autoridades deben gobernarnos, pero sí exigirá a todas que estén al servicio de la comunidad entera; que protejan y promuevan el ejercicio de la adecuada libertad de todos y la necesaria participación común en los problemas comunes y en las decisiones de gobierno; que tengan la justicia como meta y como norma, y que caminen decididamente hacia una equitativa distribución de los bienes de la tierra. Todo esto, que es consecuencia del Evangelio, la Iglesia lo predicará, y lo gritará si es necesario, por fidelidad a ese Evangelio y por fidelidad a la Patria en la que realiza su misión.” (Texto extraído de la homilía leída por el cardenal Tarancón en la Misa del inicio del reinado de Juan Carlos I, el 27-11.75).

El pasado viernes, tras la constitucional moción de censura, España tiene un nuevo presidente del Gobierno, a quien damos la bienvenida que corresponde a tan alta autoridad institucional, pero a la misma vez le recordamos cómo los católicos acatamos las reglas de la democracia, pero subrayamos que, en una España aconfesional, pero no laicista en su Constitución, el mutuo respeto y la leal colaboración está determinada en los Acuerdos vigentes entre la Iglesia y el Estado desde el año 1979.

Dada la variopinta personalidad de los diputados votantes a favor de la moción de censura en el hemiciclo, conocida su trayectoria ideológica, sabidos sus fervores por etapas superadas por nuestra pasada historia reciente, y conocido su afán protagonista en protestas callejeras y tumultuarias, esperamos los católicos que no volvamos atrás en el desarrollo de los derechos y deberes que están recogidos en el texto constitucional desde 1978 para todos los ciudadanos de este querido pueblo español, sean católicos, de otra opción religiosa, ateos, agnósticos…

 Volviendo a la citada homilía, el cardenal Tarancón afirmó: “A cambio de tan estrictas exigencias a los que gobiernan, la Iglesia asegura, con igual energía, la obediencia de los ciudadanos, a quienes enseña el deber moral de apoyar a la autoridad legítima en todo lo que se ordena al bien común…La Iglesia no patrocina ninguna forma ni ideología política y si alguien utiliza su nombre para cubrir sus banderías, está usurpándolo manifiestamente.”
La actual Constitución cumple cuarenta años en diciembre próximo. Es hora no de abrir el “candado” del consenso institucional que la mantiene en pie, sino el momento de asegurar el edificio legislativo con nuevos bríos, cuando acabamos de pasar el trance del golpe de Estado más duro contra el sistema democrático y la unidad española, ejecutado por manos políticas superando el viejo militarismo golpista de nuestra pasada historia.

La Iglesia en España, gracias a Dios, ya dejó de ser un poder fáctico y una sufridora de todas las persecuciones desde los emperadores romanos hasta la década de los años treinta del siglo pasado. Ahora bien, como dijo el cardenal Tarancón en la homilía mencionada, la obediencia de los ciudadanos a las autoridades legítimas no supone un silencio borreguil ante los desmanes que puedan cometerse desde una variedad tan multiforme en modos y maneras de ver la unidad de España como un bien moral, como patria común de todos los ciudadanos, señalada como una e indivisible en los inicios del texto constitucional.  El grito contra la corrupción masiva ha sido el banderín de enganche de la moción de censura, esperamos los católicos que ese mal olor deje de darnos en las napias, y que no nos den gato por liebre, camuflando por nuevas versiones de otros ingredientes y botes y papeles de reparto a los que acceden al poder mañana,

Tomás de la Torre Lendínez

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