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El voto del PP y los valores

Aunque ejercí mi derecho al voto, esta vez no voté al PP. La razón es muy sencilla: mi voto procuro que sea en defensa de valores, humanos y cristianos. Mi ideal político es muy claro: la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU del 10 de Diciembre de 1948, para Pablo VI “precioso documento (que) ha sido presentado a toda la humanidad como un ideal para toda la comunidad humana”. El sistema político que mejor respeta los derechos humanos es la democracia, si bien ésta no es una fórmula mágica que nos ahorre el trabajo de buscar cuál es la solución concreta más adecuada ante los diversos problemas.

Pero incluso en los derechos humanos, hay unos que son más fundamentales que otros. Para Benedicto XVI: “En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables” (Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis” nº 83). Quien defiende el aborto o la eutanasia, o la legislación antifamiliar, al no defender los derechos humanos, no es un buen demócrata, ni tampoco unn buen católico.


Por supuesto que los Partidos más desaconsejables son aquéllos que se caracterizan por su sectarismo y odio anticatólico. A alguien que me odia, es evidente que no voy a darle mi voto. Pero está igualmente claro que tampoco se merece mi voto quien no respeta los valores por los que le voté. Como mi campo son los valores morales, es de ellos de los que voy a hablar.


En La Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, el Papa Francisco escribe: “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano”. Tras más de dos años de legislatura, parece que algo empieza a moverse. La nueva Ley no es la que haríamos los católicos, pero parece bastante mejor que la anterior en lo referente al derecho a la vida.


Otra cosa que no se ha tocado es nuestra legislación antifamiliar. No creo que la legislación civil deba aferrarse a la indisolubilidad del matrimonio, pero sí defender su estabilidad sin favorecer la ruptura de los matrimonios. Tampoco hay que llamar matrimonio a la relación homosexual, pues no hay en ella complementariedad. Somos libres jurídicamente, pero no moralmente, para tener cualquier forma de relaciones, salvo las que supongan violencia o corrupción de menores, si bien cualquier forma de relación no constituye matrimonio. En cuanto a la adopción la Asociación Española de Pediatría es contundente: “Un núcleo familiar con dos padres o dos madres es, desde el punto de vista pedagógico y pediátrico, claramente perjudicial para el armónico desarrollo y adaptación social del niño”. Esperemos que Rajoy cumpla su promesa de estos días de modificar, esperemos que para bien, la legislación familiar.


Otro punto con el que no estoy de acuerdo es con la Ley Wert. Nuestra Constitución dice: “Artículo 27, párrafo 3: Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. En lo referente a la enseñanza de la Religión la Ley Wert es más profundamente anticatólica y va más lejos en su lucha antirreligiosa que la peor de las leyes socialistas sobre Educación.


Por todo ello, cuando oigo a los dirigentes del PP decir que el problema es que no han sabido comunicar lo que han hecho y están haciendo, respondo: “En mi caso, y supongo que en el de muchos otros que no os han votado, os digo que no es un problema de comunicación, sino de valores. Voté a un Partido que defendía determinados valores. Cuando veo que, al menos en mi opinión, hacen todo lo contrario, pues dejo de votarles”.


Pedro Trevijano



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