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De las razones del fracaso del PP: un análisis deliberadamente frío

 
 
            Lo primero que se debe hacer para realizar un análisis frío del fracaso del Partido Popular es cifrarlo de una manera cabal y certera, para lo cual, parece lo más aconsejable comparar los resultados de estas municipales con los obtenidos en las anteriores municipales del año 2011. Establecida esta premisa, el Partido Popular ha pasado de concitar el voto del 37,53% del electorado en 2011, a cosechar el del 27,03% en 2015. En román paladino, ha perdido un 10,5% de votos sobre el censo total de votantes, lo que equivale a casi un 28% de sus votantes de 2011, es decir uno de cada cuatro e incluso algo más. Comparar los resultados producidos ayer con los obtenidos en las generales del 20 de noviembre de 2015 no se me antoja lo más aconsejable por la muy diferente estructura y participación partitocrática de unas elecciones generales y unas elecciones municipales. Pero sí colabora a anticipar que de la misma manera que el 37,53% de las municipales de 2001 pasó a convertirse en un 44,62% en las generales del mismo año, el 27,03% de estas municipales debería dar un 32,14% de votos en las próximas elecciones generales de noviembre-diciembre.
 
            Y bien, establecida la magnitud del fracaso, ¿podemos establecer ahora las razones?
 
            Lo primero que se ha de decir es que España se presenta como uno de los pocos países del mundo capaces de echar del gobierno a un partido en una situación económica definible como de bonanza o al menos, como es el caso, de notable e indudable mejora (considerada, sobre todo, la situación inicial). Una tesis que más allá de las elecciones que acabamos de vivir, avalan los resultados del año 2004 cuando el electorado español echó al mismo Partido Popular siendo así que las cifras económicas eran irrepetibles, y a sensu contrario también, todas aquéllas ocasiones en que votó al Partido Socialista de Felipe González con una coyuntura económica que no cabe definir, precisamente, como de halagüeña. Por no hablar del inédito caso andaluz, la región de Europa con mayor fracaso económico, mayor paro (y por cierto, niveles de corrupción imbatibles), que ha optado por reducir a cenizas todos los records de permanencia ininterrumpida de un partido en el poder, con 37 años que serán 41 cuando se acabe la presente legislatura, y podrán continuar superándose con sucesivas renovaciones. Dicho todo lo cual ¿cabe establecer que se mira el español el bolsillo a la hora de votar? Tal parece que, más bien, es lo último que hace.
 
            Esto dicho, la sangría de votos perdidos por el PP parecen obedecer a dos grupos de razones. Por un lado, los de los que reprochan a su Gobierno la dureza de las medidas adoptadas para combatir la crisis, la reducción de las prestaciones sociales (si es que tal se ha producido), la insensibilidad hacia colectivos que serían los más castigados por ella (deshauciados, parados, afectados por las estafas bancarias producidas durante los gobiernos ZP)… un colectivo que, curiosamente, no se priva de reprocharle también las subidas de impuestos a los que en pura matemática, ni siquiera diré ciencia económica, obligaría una política más sensible hacia los parias de la crisis (subida del IVA, ¡qué decir de la denostada subida del llamado “IVA cultural”!).
 
            Por otro, los que reprochan al PP su deriva ideológica que le habría llevado a hacer suyos todos los postulados del Gobierno ZP que en su momento combatió con cierto ardor, para adoptarlos sin cuestionamiento alguno una vez en el poder: la acelerada implantación de los postulados de la ideología de género, la no-reforma ley de aborto, la no-reconducción del desnortado estado de las autonomías, la no-adopción de medidas para la reforma de la administración, la política antiterrorista, la política económica basada en incrementar impuestos y no en reducir el tamaño del estado, incluso la mayor parte de la política exterior... (le invito a pinchar aquí y leer el informe algo menos frío que escribí en esta misma columna hace algo menos de dos años).
 
            Resta conocer la magnitud de la pérdida de votantes por una razón y por otra, lo que quizás se presenta como el dato más importante para que el Partido Popular pueda recomponer su propuesta ideológica y su estrategia. Sí me atrevo a establecer que son pocos los votantes que lo han abandonado por ambas razones a la vez: para simplificar, diría que a los primeros los ha perdido “por la izquierda”, y a los segundos “por la derecha”. Como también sospecho que son algo más aquéllos que éstos…
 
            Hacia dónde han migrado esos votantes no es difícil de establecer: más allá de la hipotética abstención de un electorado confundido (los datos avalarían poco más de un 1%, siendo como ha sido la abstención del 2015 un 35%, muy similar a la del 2011, un 34%), todo parece indicar que el gran beneficiado haya sido el partido Ciudadanos y, en menor medida, el propio PSOE (adonde es incluso posible que volvieran a casa algunos votos prófugos del 2011) y hasta pequeños partidos con resultados tan exiguos que ni siquiera aparecen en los listados emitidos por el Ministerio de Interior (Vox, Alternativa Española…).
 
            Decía la difunta Loyola De Palacio: “El pueblo español no nos quiere; sólo nos llama para resolverle sus problemas”.
 
            Y bien amigos, hasta aquí puedo leer: no pretendo en estas líneas dar muchas más claves: hacerlo obligaría a entrar en un estudio antropológico profundo del “ser español”, del que, desde luego, sí les anticipo que a medida que voy siendo más viejo -y me gustaría creer que también “más experto”-, se me presenta como más complejo e inescrutable, cuando no irremisiblemente incomprensible… ¡estos extraños compatriotas míos!
 
            Así que sin más por hoy, me despido de Vds. deseándoles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Por aquí nos vemos, como siempre.
 
 
            ©L.A.
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