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Dios Omnipotente no obra sin la participación del hombre


Queridos amigos y hermanos de ReL: en este 17º Domingo del Tiempo Ordinario, del Ciclo B, el tema central del capítulo 6, versículos 1 al 15 del Evangelio de San Juan, es la providencia de Dios, expresada en la narración evangélica de la multiplicación de los panes.

Como el profeta Eliseo había proveído al hambre de sus discípulos, así Jesús provee al hambre de los suyos y al de toda la gente -una multitud- que le sigue para escuchar su palabra.  Sólo había cinco panes y dos peces, pero alcanzó  -luego del milagro- para saciar a unos cinco mil hombres, sobrando doce canastas llenas, según el relato evangélico, que nos demuestra que Dios no es avaro en proveer las necesidades de sus criaturas.

Así canta el salmo 145 en su versículo 16: “Abres tu mano y sacias de favores a todos los vivientes”. Ante esta realidad, ¿Cómo es que hay en la actualidad tanto hambre en el mundo?  Reflexionemos.

El milagro no se hizo de la nada, sino a base de unas escasas, más bien escasísimas, provisiones: los cinco panes y los dos peces suministrados a Jesús por un muchacho que los traía consigo.  Dios Omnipotente puede hacerlo todo de la nada, pero frente al hombre libre normalmente no obra sin su participación.

Si en nuestro mundo de hoy tanta gente tiene hambre por no tener alimentos suficientes, ¿No dependerá de quien nada en la abundancia que no sabe ofrecer para los demás al menos lo superfluo? 

Cuando el hombre hace lo que está de su parte -como el muchacho que cedió lo poco que tenía-, Dios, siempre misericordioso y omnipotente, no deja de intervenir haciendo fructificar sus buenas obras.  Jesús que se conmueve y preocupa por la muchedumbre hambrienta, llama a los fieles a la comprensión diligente de las necesidades ajenas, que no se limiten los cristianos a decir buenos sermones, sino que realicen una ayuda concreta.

Pero este milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, tiene aún un significado más profundo: es anticipo y prefiguración del Sacramento de la Eucaristía.  Los gestos de Jesús, “tomó panes, dijo la acción de gracias y los repartió”, anticipa casi a la letra las palabras de la institución de la Eucaristía.  Luego de haber proveído tan largamente el hambre de los cuerpos, Jesús proveerá de modo divino e inefable el hambre de los espíritus.

Imitemos a Cristo, y movidos por su amor, hagamos todo lo que esté de nuestra parte para aliviar las necesidades de nuestros hermanos más pobres y para que a nadie le falte el alimento que perdura hasta la vida eterna: el Cuerpo y la Sangre de Jesús Resucitado.

Con mi bendición.
Padre José Medina

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