Francisco pidió a los jóvenes un «corazón libre» y que rechacen al diablo, que «vende humo»
El Santo Padre llegó a la Costanera en Asunción pocos minutos antes de las cinco de la tarde (hora local) en medio de un ambiente de fiesta. Fue recibido por un grupo de jóvenes que portaban una Cruz peregrina, réplica de la de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Una gran masa de jóvenes esperaba al Papa desde horas antes del que sería su último acto en este viaje americano.
Tres testimonios y un principio: corazón libre
Luego el Papa escuchó los testimonios de Liz Pretes, una joven enfermera que compartió su experiencia de cuidar a su madre enferma de Alzheimer y lo difícil que ha sido su vida.
También compartió su dura experiencia de vida Manuel de los Santos Aguilar, un muchacho de 18 años, campesino, quien narró su dura historia y cuestionó al Papa sobre la necesidad del trabajo y algunas otras dificultades de los jóvenes.
Tras la lectura del Evangelio, que realizó un muchacho de nombre Orlando que le pidió al Papa que rece para que los jóvenes tengan un corazón libre y vivan la libertad auténtica, el Pontífice dijo que “Liz muestra su vida, la quema en el servicio a su madre. Es un grado altísimo de solidaridad, es un grado altísimo de amor, un testimonio. Padre ¿entonces se puede amar? Ahí tiene a alguien que nos enseña a amar. Primero libertad, corazón libre, segundo solidaridad para acompañar. Solidaridad. Eso es lo que nos enseña este segundo testimonio” de la joven enfermera.
¿Lío? Sí, pero organizado
El Papa hizo una pausa en su reflexión y contó que “el otro día, un cura en broma me dijo: ‘sí, usted siga aconsejándole a los jóvenes que hagan lío, siga, siga... pero después los líos que hacen los jóvenes los tenemos que arreglar nosotros’. ¡Hagan lío! pero también ayuden a arreglar y organizar el lío que hacen. Las dos cosas ¿eh?”
“Hagan lío y organícenlo bien –exhortó el Santo Padre–. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza. Ese es, debe ser, el lío que hagan”.
Gratitud y solidaridad
Francisco animó luego a los jóvenes a darle gracias a Dios por tener la oportunidad de estudiar, de tener un hogar y alimentos; a diferencia de muchos otros que tienen problemas, que no tienen una vida fácil. “Quiero que se lo metan en la cabeza”, dijo.
“Si mi vida es relativamente fácil, hay otros chicos y chicas que no les es relativamente fácil, más aún, que la desesperación los empuja a la delincuencia, los empuja al delito, los empuja a colaborar con la corrupción. A esos chicos, a esas chicas les tenemos que decir que nosotros le estamos cerca, que queremos darle una mano, que queremos ayudarlos con solidaridad, con amor, con esperanza”.
El Papa Francisco resaltó luego que “hubo dos frases que dijeron los dos que hablaron: Liz y Manuel, dos frases que son lindas, escúchenlas. Liz dijo que empezó a ‘conocer a Jesús’. ¡Conocer a Jesús! y eso es abrir la puerta a la esperanza. Y Manuel dijo: ‘conocí a Dios, mi Fortaleza’. Conocer a Dios es fortaleza, o sea, conocer a Dios, acercarse a Jesús es esperanza y fortaleza; y eso es lo que necesitamos de los jóvenes hoy: jóvenes con esperanza y jóvenes con fortaleza, no queremos jóvenes debiluchos, jóvenes que están ‘ahí no más’, ni sí ni no, no queremos jóvenes que se cansen rápido y que vivan cansados, con cara de aburridos”.
Sacrificio y andar contracorriente
El Santo Padre subrayó luego la necesidad de tener jóvenes que tengan el corazón libre, esperanza y fortaleza. “¿Tiene un corazón triste? (Preguntó el Papa) ¡No! (Respondieron los jóvenes). Ese es el camino, pero para eso hace falta sacrificio, hace falta andar contracorriente”.
Tras alentarlos a leer las Bienaventuranzas en el capítulo cinco del Evangelio de Mateo, el Papa recordó que Jesús “No dice felices los ricos, los que acumulan plata” sino que son felices “los que tienen el alma de pobre, los que son capaces de acercarse y comprender lo que es un pobre. Jesús no dice felices los que lo pasan bien sino que dice felices los que tienen capacidad de afligirse por el dolor de los demás”.
“Y ahora, antes de irme les pido: Primero, que sigan rezando por mí, segundo, que sigan haciendo lío, tercero que ayuden organizar el lío que hacen para que no destruyan nada”.
El Papa rezó finalmente la siguiente oración con todos los presentes:
Señor Jesús, te doy gracias por estar aquí, te doy gracias porque nos diste hermanos como Liz, Manuel y Orlando. Te doy gracias porque nos diste muchos hermanos que son como ellos, que te encontraron Jesús, que te conocen Jesús, que saben que Tú, su Dios eres su fortaleza.
Jesús, te pido por los chicos y chicas que no saben que Tú eres su fortaleza y que tienen miedo de vivir, miedo de ser felices, miedo de soñar.
Jesús, enséñanos a soñar, a soñar cosas grandes, cosas lindas, cosas que aunque parezcan cotidianas son cosas que engrandecen el corazón. Señor Jesús, danos fortaleza, danos un corazón libre, danos esperanza, danos amor y enséñanos a servir. Amén
El diablo "vende humo"
En el discurso que el Papa no leyó las advertencias contra el demonio tenían un papel preponderante, a partir de la meditación de San Ignacio en los Ejercicios Espirituales conocida como la de “las dos banderas”: la del demonio y la del Señor.
“En la Biblia, al demonio se lo llama el padre de la mentira. Aquel que prometía, o mejor dicho, te hacía creer que haciendo determinadas cosas serías feliz. Y después te dabas cuenta que no eras para nada feliz. Que estuviste atrás de algo que lejos de darte la felicidad, te hizo sentir más vacío, más triste”, dijo el Papa.
El Papa Francisco alertó que “el diablo es un «vende humo». Te promete, te promete, pero no te da nada, nunca va a cumplir nada de lo que dice. Es un mal pagador. Te hace desear cosas que no dependen de él, que las consigas o no. Te hace depositar la esperanza en algo que nunca te hará feliz. Esa es su jugada, esa es su estrategia”.
El demonio, prosigue el Santo Padre en el texto, “es un gran «vende humo» porque todo lo que nos propone es fruto de la división, del compararnos con los demás, de pisarle la cabeza a los otros para conseguir nuestras cosas. Es un «vende humo» porque, para alcanzar todo esto, el único camino es dejar de lado a tus amigos, no hacerle el aguante a nadie. Porque todo se basa en la apariencia. Te hace creer que tu valor depende de cuánto tienes”.
“Por el contrario, tenemos a Jesús, que les dice a sus jugadores: bienaventurados, felices los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la justicia. Y termina diciéndoles, alégrense por todo esto”.
El Papa Francisco recuerda en el texto escrito que “Jesús no nos miente. Nos muestra un camino que es vida, que es verdad. Él es la gran prueba de esto. Es su estilo, su manera de vivir la vida, la amistad, la relación con su Padre. Y es a lo que nos invita. A sentirnos hijos. Hijos amados”.
“Él no te vende humo. Porque sabe que la felicidad, la verdadera, la que deja lleno el corazón, no está en las «pilchas» (ropa) que llevamos, en los zapatos que nos ponemos, en la etiqueta de determinada marca”, resaltó.
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