Opciones que no ayudan a los necesitados
En una ocasión, el que esto escribe, fue invitado a un centro educativo situado en una zona muy pobre, totalmente periférica, atendido por una congregación que les brinda educación a los últimos. Al principio, pensó que se encontraría con un colegio en malas condiciones, tomando en cuenta la idea de hacerse pobre con los pobres; sin embargo, vio una escuela bien estructurada. Entonces, la confusión terminó y se dio la oportunidad de platicarlo con una religiosa que había sido misionera en un contexto similar. La pregunta fue ¿por qué tienen un colegio bien cimentado y una vivienda anexa en buenas condiciones mientras el vecindario vive en condiciones deplorables?, ¿no se supone que hay que estar en igualdad de condiciones? Ella respondió -sabiamente- que de esa manera, lejos de llevar más miseria, lo que se intentó fue poner un colegio digno que, primeramente, hiciera sentir cómodos a los estudiantes y, en segundo lugar, atrajera la atención de las autoridades y de los particulares a modo de que los servicios básicos como alcantarillado y agua potable comenzaran a llegar. Cosa que, efectivamente, se logró. Y es que, en el fondo, pensamos que ayudar a los necesitados, supone copiar su situación en vez de prepararles algo distinto, un ambiente que revindique su dignidad. Tenemos la tarea de llevar, junto con la evangelización, el progreso material. De ahí que dicha escuela estuviera en condiciones óptimas.
Las personas que viven en situaciones de calle no necesitan que dejemos de usar celular o tener una cuenta bancaria, sino que compartamos lo que somos y tenemos. Un paciente espera que su médico esté sano para que pueda operarlo. Menudo lío si el doctor decidiera, por mal interpretar la solidaridad, contraer el mismo virus y así compartir su dolor. A veces, en el afán de estar cerca del necesitado, pensamos que el pauperismo es la mejor forma de hacerlo, pero el que nos vistamos de un modo distinto al convencional, no hará que reciba sustento. En vez de perdernos en modas o cosas exteriores, nos toca trabajar por ellos sin condicionamientos ideológicos, sino a partir del Evangelio. Unámonos, como Iglesia, en favor de los últimos, desde una conciencia clara de la hoja de ruta a seguir para que, en vez de prolongar o mantener su pobreza, en medio de choques ideológicos, demos pasos tendientes a liberarlos de ella.
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