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Beato Franco de Siena, religioso carmelita.

Beato, o San, Franco de Siena. 11 y 17 de diciembre.

Nació en Groti, una aldea cercana a millas Siena, en el año 1211 y su padres se llamaron Mateo Lippi y Celidonia, labradores ambos. Seis horas antes de nacer, soño su madre que paría un monstruo horrible, que poco a poco se convertía en un bello hombre, con lo que entendió, que si bien caería en grandes pecados, se convertiría en un santo. De jovencito le llevaron a Siena con un pariente para que estudiase, pero como era poco dado a ello, perdía el tiempo jugando y no aprovechaba la buena educación. Viendo esto sus padres, lo metieron de aprendiz de un curtidor de pieles. Murió su padre y Franco se perdió en vicios y pecados, alejado totalmente de Dios y el respeto a su madre. Bares, riñas, ladrones y prostitutas fueron su compañía y aficiones desde entonces. Ni siquiera la muerte de su madre le hizo cambiar, sino todo lo contrario: se vio libre para gastar su herencia.

En 1229 entraron en guerra Siena y Orvieto, y fue llamado a la guerra, como todos los jóvenes. Allí su vida licenciosa se halló a gusto, estando en ambientes de soldadesca, donde aumentan las canalladas y los vicios. En la paz, y estando sin dinero, se dedicó al pillaje y el hurto: se fingía ciego o tullido para pedir asilo y desvalijar posadas y casas. También se dedicó al juego, dejando que ganaran otros, para robarles después. Pero llegó la conversión, por un medio terrible. Estando jugando cartas, y no teniendo nada que apostar, dijo: “¿Hay quien quiera jugarme mis ojos?, porque descreo de quien dicen los hizo”. E inmediatamente, le comenzó un escozor en los ojos que fue a más, y perdió la vista en el acto. Esto le hizo arrepentirse profundamente de su vida pasada y volver el corazón a Dios. Comenzó una vida de penitencia extrema y así, ciego, se planteó ir en peregrinación a Santiago, a pesar que se lo hicieron imposible amigos y conocidos, haciendole ver el problema de su ceguera.

Multitud de milagros y hechos sorprendentes se narran en este camino a Compostela. El más reseñado es que al llegar a una bifurcación del camino, y no sabiendo adonde tomar, un ángel le dijo tres veces: “Franco, toma el camino de la derecha, por él irás seguro”. Así lo hizo, pero se le apareció el demonio en forma de peregrino y le indicó que iba por mal camino, que esa indicación sería del diablo, que él le llevaría por buen camino. Franco le hizo caso y, conversando, le contó todos los pecados y vicios de su vida, a lo que el demonio comenzó a tentarle de desesperanza, haciendole pensar que no hallaría perdón jamás, y menos con una peregrinación. “Vuelve, vuelve a tu patria y sigue tu vida como hasta ahora, que vivas bien o mal, ya estás condenado”.

Entendió Franco que era el demonio quien hablaba, y respondió: “Bien sé que mis pecados son más que las arenas de mar, y que las estrellas del cielo; pero la misericordia de el Señor, que las creó, y a cada una la llama por su nombre, es mayor, y así será mayor lisonja de su piedad, perdonar mayores culpas. Confieso soy un mar y abismo de miserias, pero tambien sé que con flacos baluartes de arena, quebranta el Senor sus bríos. Pues porque desconfiaré yo, habiendo dado su vida, por pagar por mis pecados? Apartate luego de mí, y si eres angel u hombre, ruega a Dios que me perdone, y si eres demonio, vuelve a tu horrible cárcel. Quede para ti la desesperacíón y deja para mi y para otros pecadores la confianza de que nos hemos de salvar por los méritos de Jesucristo”. Con lo cual, el diablo desapareció y el santo siguió su camino. También visitó Roma, donde Gregorio IX lo recibió y le dio una indulgencia particular. Visitó Nápoles, Sicila y el santuario de Santa María de Loreto, donde se le apareció la Virgen, confirmándole que Dios le había perdonado sus pecados. Luego de esto volvió a Siena, donde se dedicó a la penitencia pública, recordando a otros el mal del pecado y la misericordia divina. Se metía en casas de juego y lupanares para predicar contra el vicio y la impureza, lo que le valió buenas palizas. Pero esto no le bastó, sino que para perfeccionarse más, quería la soledad, así fue que se le apareció María y le dijo que si no quería volver a pecar, dejara el mundo y huyera de los hombres.

Se fue a un yermo, donde había otros eremitas dispersos. Allí vistió cilicio, ayunó, oró e hizo penitencias inenarrables, como bañarse en lagos helados, dormir sobre espinas y otras que solo alargarían el asunto. Estando en la soledad sucedió lo siguiente: murió un noble de Siena, que dejó en herencia cinco florines de oro a cada eremita del yermo cercano. Llegados los abogados adonde Franco, este no quiso recibir el dinero, “por huir de la lepra de ser propietario de algo”; así que los albaceas colocaron el dinero en la ventana de la celdilla del santo y se fueron. Ocurrió que llegó adonde él una viuda pobre, con una hija casadera y sin dote, para pedir limosna con la que poder casar a su hija. Franco, que huía de las mujeres como el diablo a la cruz, le cerró la puerta y le dijo tomara el dinero de la ventana y se alejara de allí inmediatamente.

Creció tanto la fama de Franco, que el Consejo de la ciudad ofreció un festín en su honor y el de otros ermitaños. Por más que se negó se vio obligado a ir. Allí, el demonio en forma de un hombre le increpó, diciendo que su vida penitente era solo apariencia, que le interesaba la fama y que lo tuvieran por bueno, cuando era un pecador irredento y se iría al infierno. Franco le respondió que así era, y si no era por Dios y su misericordia, condenado sería. Y que le apenaba su falta de fe en Dios. El hombre le contestó, que si realmente fuera un hombre de Dios, el pollo asado de su plato, reviviría, y en ese momento, el pollo retornó a la vida, se llenó de plumas y salió corriendo. En otra ocasión el demonio se le presentó en forma de hermosa mujer a la que echó a palos por la cabeza.

La Virgen María se le apareció con una guirnalda de rosas y le dijo: “La voluntad de mi Hijo, y mía es que vistas este hábito de mi Religión del Carmen, en la que si perseverares sirviendonos con toda pureza y perfección, seràs coronado en la Iglesia con esta guirnalda”. Así que se fue al convento carmelitano de siena, donde el prior le rechazó por sus muchos años y pocos estudios, animándole a continuar siendo un santo eremita. Franco suplicó de rodillas y los religiosos le admitieron como lego, pero dilataron la entrada hasta tener dinero para comprar el hábito. Y entonces llegó un ángel al convento, con el hábito ya listo y dijo: “Este hábito es para Franco” y desapareció. Con lo que fue admitido inmediatamente.

Siendo religioso, usaba cadenas de cilicio, solo comía unas yerbas los martes, los jueves y los domingos, y los demás días solo vivía de la comunión. Tuvo una aparición de Cristo crucificado, que le mostró todas sus llagas que había padecido por la humanidad, y mandó hacer un crucifijo idéntico, con el que predicaba por las calles. En otra ocasión, para mortificarle, el confesor le prohibió comulgar, mandándole hiciera comunión espiritual. En la misa, al partir la hostia el sacerdote, la otra mitad salió volando hasta boca de Franco. Un día, teniendo dudas sobre si estaría en pecado, el Crucifijo desclavó los brazos y le abrazó tiernamente.

Un prodigio también conocido y representado muchas veces en el arte fue este: apareciéndosele la Virgen, hubo tal resplandores y llamas de fuego en su celda, que pensaba el pueblo que el convento se quemaba, corrió la ciudad entera y viéndole en medio de las llamas sin quemarse y levitando, comprendieron que era fuego sobrenatural. Se le aparecía el demonio en forma de osos, leones, serpientes y sobre todo en forma de un horroroso etíope, para tentarlo y molestarlo, pero siempre salió victorioso. Y otros  milagros más se narran.

Predijo varios embarazos, así como la muerte de San Ambrosio Sansedoni (20 de marzo) así como la suya propia para el 11 de diciembre de 1291. Y así fue: el 1 del mismo mes, con 80 años, le llegaron unas fiebres y vómitos de sangre. Se confesó, recibió la comunión y dijo a los religiosos: “Bien entiendo, Padres mios, que he sido un religioso muy imperfecto, y de ningún provecho ni honra a la comunidad. Antes, con mas palabras y procederes, muchas y veces la habré escandalizado. Por lo cual pido con todo arrepentimiento, que pues la caridad cubre y encubre los pecados, aunque sean muchos, vuestras reverencias perdonen los míos, y me valgan con el Señor, para que extienda sobre este miserable pecador los brazos de su misericordia, y se digne de llevarme a su reino”. El día 11, al atardecer, las tinieblas cubrieron la ciudad y los demonios del infierno llegaron para desesperarlo, pero se abrió el cielo y descendió la Madre de Dios con muchos ángeles a llevar su alma al cielo. Sus últimas palabras fueron: “Hermanos míos, quedaos en paz. Y tú, buen Jesús y Señor mío, recibe en tus manos mi espíritu”.

Fue venerado desde ese mismo momento como santo, sus funerales fueron multitudinarios y la gente rapiñó sus reliquias, como mechones de pelos, trozos del hábito, hasta de la tela del catafalco. Ocurrieron milagros, conversiones y liberaciones de espíritus. En 1302, quierendo trasladar el cuerpo a la iglesia, el cuerpo fue hallado suave, con fragancia y sano el hábito. Pero al exponerlo un rato, se pulverizó y algunas cenizas, diluidas en agua, sirvieron para sanar a muchos enfermos. En 1308 religiosos y gobernantes de Siena pidieron a Clemente V lo canonizara, y este concedió se elevasen altares e imágenes en su honor y se celebrase una misa en su memoria el primer domingo de mayo, día de la traslación. Estos actos corresponden a un beatificación en toda regla.

Fray Alonso de la Madre de Dios escribió su vida, y según se dice, pensando eran exageraciones los milagros y demás, pretendió borrarlos y la mano se le quedó tullida hasta que se arrepintió y adornó ¡más aún! la vida del santo. Gregorio XIII reformó el calendario propio de la Orden y trasladó la festividad al segundo domingo de mayo. En 1672 se extendió la fiesta a toda la Orden, a 17 de diciembre, posteriormente pasó al 11 y, en la reforma de 1970, fue suprimido totalmente.

Fuentes:
-“Flores del Carmelo, vidas de los santos de N. S. del Carmen”. FR. JOSÉ DE SANTA TERESA. Madrid, 1678.
-"El Carmelo Ilustrado con favores de la Reina de los ángeles". P. FRANCISCO COLMENERO. Valladolid, 1754.

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