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Dos mil rabinos ortodoxos firman que judíos y cristianos son socios que tienen una misión común

Por primera vez en dos mil años, los rabinos ortodoxos reconocen teológicamente que el cristianismo es parte del plan de Dios para la humanidad ya que «Dios emplea muchos mensajeros para revelar su verdad».

El histórico documento, redactado por 25 destacados rabinos ortodoxos de Israel, Estados Unidos y Europa, ha recogido en sólo una semana la firma de más de dos mil rabinos ortodoxos, según manifestó el jueves en el Vaticano el rabino David Rosen, director de Asuntos Interreligiosos del American Jewish Committe (AJC).

El breve documento (aquí en inglés), que lleva por título «Hacer la voluntad de nuestro Padre en el cielo: hacia una asociación entre judíos y cristianos», cita autores clásicos como Maimónides o Yehudah Halevi, para los cuales «al separar el judaísmo y el cristianismo, Dios quería una separación entre socios, no una separación entre enemigos».

Los rabinos ortodoxos afirman que «ambos, judíos y cristianos, tiene una misión común, basada en la Alianza, para perfeccionar el mundo bajo la soberanía del Todopoderoso. Ninguno de nosotros puede llevar a cabo la misión de Dios en este mundo por separado».

El texto deja muy claro que «nuestra asociación no minimiza de ninguna manera las diferencias entre las dos comunidades y las dos religiones. Creemos que Dios emplea muchos mensajeros para revelar su verdad».

Subraya también, que ambas comunidades comparten la Revelación de la Biblia judía y concluye presentando un programa común: «Imitando a Dios, judíos y cristianos deben ofrecer modelos de servicio, amor incondicional y santidad. Hemos sido creados a imagen de Dios. Judíos y cristianos seguimos dedicados a la Alianza jugando un papel activo juntos para redimir el mundo».

En una conferencia de prensa conjunta con el cardenal suizo Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, dentro del cual se inserta la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, el Rabino Rosen destacó la importancia de que esta iniciativa haya partido de rabinos ortodoxos, y esté siendo aceptada con gran rapidez entre ellos, «porque el gran desafío es que se sumen los ortodoxos».

Efectivamente, muchos rabinos del judaísmo liberal miran ya con aprecio a los cristianos, pero el eje doctrinal del judaísmo rabínico, la principal corriente después de la destrucción del Templo de Jerusalén, son precisamente los ortodoxos.

Rosen quitó importancia al desinterés de los judíos jasídicos, que son pocos y «viven en aislamiento» respecto al resto de la comunidad judía, pero consideró positivo que el documento «haya sido criticado por el ala de la extrema derecha dentro de la ortodoxia». Significa que están en el centro.

El nuevo documento, de carácter teológico, es un gran paso respecto al «Dabru Emet» del año 2000, que hacía notar la gran cantidad de puntos comunes y declaraba que el nazismo no era cristiano sino anticristiano.

En la misma conferencia de prensa, el cardenal Kurt Koch presentó el documento de la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo «Los dones y la llamada de Dios son irrevocables» (aquí en español), elaborado con motivo del 50 aniversario de la declaración “Nostra Aetate» del Concilio Vaticano II que reconoció por primera vez los valores del judaísmo y del Islam, y los numerosos puntos comunes ente los creyentes en el Dios Único.

El nuevo documento del Vaticano, aprobado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, toma su título de una afirmación de san Pablo en su carta a los Romanos sobre el valor eterno de la Alianza, y resume los grandes pasos en el camino hacia la amistad.

Juan Pablo II fue el primer Papa que visitó una sinagoga y llamó a los judíos «hermanos mayores». Benedicto XVI repitió el gesto y les llamó «nuestros padres en la fe». El Papa Francisco es todavía más positivo en varios pasajes de la exhortación apostólica «La alegría del Evangelio», el gran programa de su pontificado, y visitará la sinagoga de Roma el próximo 17 de enero.

El documento recuerda que, al margen de la hostilidad externa de las sinagogas oficiales contra los primeros cristianos, la Iglesia primitiva estuvo formada por cristianos judíos y cristianos gentiles, cada uno con sus costumbres, durante los primeros tres siglos.

Recuerda también la condena a Marción, por haber afirmado en el siglo II que las Escrituras del Nuevo Testamento reemplazaban y anulaban las del Antiguo. Aun así, durante muchos siglos, la actitud de la Iglesia hacia los judíos estuvo marcada por el desprecio y la hostilidad hasta el Concilio Vaticano II.

El proceso de reencuentro histórico se aceleró cuando Juan Pablo afirmó que la Alianza de Dios con el pueblo judío sigue en vigor, y debe ser respetada.

El documento confirma, como ya indicó Benedicto XVI, que «la Iglesia católica no desarrolla ni sostiene ninguna misión institucional especifica dirigida a los judíos».

Eso no excluye, naturalmente, igual que ante personas de cualquier otra religión, «los cristianos están llamados a dar testimonio de su fe en Jesucristo también a los judíos, aunque deben hacerlo de modo humilde y cuidadoso, reconociendo que los judíos son también portadores de la Palabra de Dios, y teniendo en cuenta especialmente la gran tragedia de la Shoah».

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