Padre Tarín
Francisco Tarín Arnau (Padre Tarín) fue un sacerdote español y predicador popular de la Compañía de Jesús, nacido en Godelleta (Valencia) el 7 de octubre de 1847 y fallecido en Sevilla el 12 de diciembre de 1910 en olor de santidad.
Estudió el bachillerato en los Escolapios. Inicia la carrera de Derecho en Valencia abandonándola ante los acontecimientos políticos poniéndose del lado católico y tradicional.
A los 26 años entra en la Compañía de Jesús, estudiando en el Seminario de Château Poyanne (Francia) donde tenían su noviciado los jesuítas españoles exilados. Allí tuvo como maestros a eminentes jesuitas: José Mendive, Juan José Urraburu, Pablo Villada, Ángel María de Arcos, Cecilio Gómez Rodeles, Julio Alarcón, entre otros.
Recibió las órdenes menores en 1876. En 1878 pudo volver a España para completar los estudios de Filosofía en Carrión y de Teología en Oña (Burgos) donde fue ordenado sacerdote decidiendo consagrar su vida como misionero popular [2]. Es en el Puerto de Santa María (Cádiz) donde inicia su labor apostólica y docente (1884-86). Hizo la tercera probación en San Jerónimo de Ñora (Murcia) .
La Santa Misión consistía en una actuación diocesana extraordinaria por ciudades y pueblos para conseguir, en el curso de vario días, una conversión emotiva y vibrante de las conciencias, especialmente entre aquellas personas más díscolas o rebeldes. En cada residencia de la Compañía de Jesús había dos o tres misioneros con dedicación exclusiva que recorrían con preferencia las diócesis cercanas . La capacidad intelectual de éstos se daba por supuesta . No eran intelectuales pero habían hecho una buena carrera de la que habían sacado ideas claras y principios sólidos . No tenían tiempo para estudiar así que no llevaban libros en su equipaje .
Tras considerar su conveniencia en determinado lugar, se solicitaba la “Santa Misión” y eran los propios obispos de cada diócesis los que gestionaban el equipo misional y a través de una carta/cartel, se exponía detalladamente el programa y, además, se anunciaban las indulgencias plenarias que alcanzarían los fieles participantes (en principio todos los habitantes del lugar) y sus empleadores. En cuanto a recursos escénicos, las Misiones eran muy parecidas a los Ejercicios Espirituales. Los objetivos propuestos eran varios, aunque el principal era instruir al pueblo a través de sermones, conferencias y jornadas de estudio del catecismo (para los niños –a mediodía– y para los adultos –por la tarde, tras la vuelta del trabajo–). Otros objetivos, no menos importantes en poblaciones con un alto índice de analfabetismo, eran los siguientes: intervenir para solucionar pleitos y discordias (como rencores, matrimonios clandestinos, enemistades, etc.); servir a los sacerdotes; atender a las escuelas o, incluso, crearlas si no existían; visitar las comunidades religiosas y potenciar las cofradías de caridad, para llegar, finalmente, a alcanzar el objetivo esencial: la confesión general. La eficiencia estadística de una misión se medía por el cómputo final de confesiones y comuniones suscitadas (hombres y mujeres).
Por el lugar donde se hacían, podríamos clasificar las Misiones en dos grupos: misiones centrales (realizadas especialmente por los jesuitas en las ciudades grandes --vgr. casas de Ejercicios--, donde los vecinos acudían al lugar escogido por ellos) o misiones locales (donde el misionero se desplazaba hasta los pequeños pueblos. A veces se disimulaba como "novena-misión" para no despertar susceptibilidades innecesarias.
Hace 104 años murió, tal día como hoy, en Sevilla, siendo enterrado en la iglesia de los jesuitas, donde sus restos son venerados por el pueblo y todos esperan su pronta beatificación por parte de la Iglesia a la que sirvió tanto.
Descanse en paz.
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