San Corentin de Quimper, obispo.
San Corentin (o Cariatón) de Quimper, obispo. 12 de diciembre.
Poco se sabe de este santo obispo que parece haber vivido entre los siglos IV y V y cuyo culto aparece en el siglo VII. Las únicas fuentes sobre su vida son las lecciones, plagadas de leyendas, del oficio litúrgico de su memoria. En el siglo XIII se escribió su primera “vita”, que, por supuesto, no es una fuente fiable.
Según estas lecciones, Corentin nació en 375, y era originario de Armórica, aunque sus padres eran de Cornwall. Estos le educaron en todas las artes y ciencias, y fue ordenado presbítero, pero dejó el mundo para ser ermitaño en Plou-Vodiern. Su único bien era una cubeta de madera que cada día llenaba de agua. Un día cayó en ella un pez y el santo cortó un trozo de su carne para comerla, y le arrojó al agua de nuevo. Al otro día el pez estaba intacto, y de nuevo cayó en la cubeta. Y así, día tras día durante años, el pez se regeneraba por milagro para alimentar al eremita. Otro portento hizo con su fuente: vivía cerca suyo el eremita San Primaël (15 de mayo), anciano y cojo, para el que ir a buscar agua era un verdadero tormento. Así que Corentin tomó un palo y trazó una línea en la tierra, desde la fuente hasta la ermita del santo presbítero, y justo al terminar, la línea se convirtió en un afluente que llevó agua hasta la ermita del viejo Primaël.
En otra ocasión le visitaron San Malo (22 de octubre) y San Paterno (15 de abril) y el santo decidió sacrificar al pez, a costa de quedarse sin nada, pero cuando fue a tomar la cubeta, la halló llena de gordas anguilas, con las que pudo preparar un banquete a sus amigos. Y no fue la única vez que hubo portento relacionado con el pez. Otra leyenda, más conocida, cuenta que el príncipe Grallo estaba de cacería, perdió el camino y llegó con hambre a la celda del santo, junto con algunos sirvientes. Corentin cortó una gran porción de la parte trasera del pez. Un sirviente se burló de la pequeña cantidad, pero cuando Corentin empezó a freír la rebanada de pescado, esta se multiplicó en la sartén lo suficiente como para satisfacer al rey y a todos. Pero este milagro provocó una insana curiosidad en Grallo que, estando de caza otro día se acercó a la fuente, y cortó un pedazo al pez para ver como se reponía, pero no ocurrió, sino que el pez comenzó a morir. El rey huyó dejando al animal agonizando, y así estuvo este tres días, hasta que Corentin fue a visitarle y lo halló a punto de morir. El santo le restituyó la carne faltante y la salud, y le liberó para que ni un curioso más pudiera hacerle daño. El breviario de Quimper decía que el causante fue el obispo de Léon, pero el breviario de Léon exculpaba al obispo, diciendo que había sido un sirviente de Grallo. Cosa que da igual, siendo una simple leyenda.
Llegado Grallo a rey, dotó de tierras y nombró obispo de Quimper a Corentin, el cual según la tradición fue consagrado obispo por el mismo San Martín de Tours (11 de noviembre, sepultura; 4 de julio, ordenación episcopal; 5 de octubre, Iglesia Oriental; 12 de octubre, Iglesia bizantina; 12 de mayo, invención de las reliquias; 1 y 13 de diciembre, traslaciones), pero es casi imposible, por la diferencia de fechas. Tuvo Corentin varios discípulos, entre ellos San Winwaloe (3 de marzo), que sería abad de Landevenec, un monasterio famoso por sus riquezas, y la sabiduría que allí se enseñaba. Algunos de sus discípulos fueron a su vez, fundadores de otros monasterios. Participó en el Consejo de Angers, en 453, y su firma aparece como “Chariaton”, una versión de Corentin. Visitó su extenso territorio, confirmando en la fe al pueblo, levantando iglesias y socorriendo a los necesitados. Luchó contra los restos de paganismo que quedaban y algunas infiltraciones heréticas en la sana doctrina.
No consta cuando murió, pero tradicionalmente se cree fue a mediados del siglo V, no después de 460. Fue enterrado en la catedral construida por él mismo, junto al altar mayor. Varios milagros ocurrieron junto a su sepultura, con lo cual la devoción se extendió pronto. Su culto se estableció en Quimper, Léon, Nantes y otras zonas de Bretaña, llegó incluso a Cornwall, su supuesta tierra natal, donde hasta el siglo XVI era costumbre bendecir pasteles en forma de pez el día de su festividad, para comer en Navidad. En Chartres llegó a haber una abadía medieval bajo su nombre, en la cual se retiraba la Beata Blanca de Castilla (2 de diciembre) y donde se veneraba la reliquia de su corazón.
Las reliquias de San Corentin se veneraron en la catedral hasta el siglo IX cuando el clero, temiendo las invasiones normandas, las enviaron al obispo de Aleth, que las llevó a París en 965, junto con las de otros santos. Fueron depositadas en la iglesia de San Bartolomé de esta ciudad, para luego dividirse entre la abadía de Marmoutier y la de San Víctor de París, siendo estas últimas profanadas y desaparecidas en la Revolución Francesa. De Marmoutier fue devuelto solo un brazo a Quimper, en el siglo XVII, que igualmente se perdió en la Revolución. En 1809 aparecieron en Crouseilhes en unos pequeños fragmentos de huesos que habían estado escondidos. El señor local los donó al obispo de Quimper, que los llevó solemnemente a la catedral, donde se veneran aún.
Se le considera uno de los siete santos obispos fundadores de Bretaña, junto a San Brieuc (29 de abril y 1 de mayo), San Samson de Dol (28 de julio), San Malo (22 de octubre), San Paterno (15 de abril), San Pol de Léon (12 de marzo) y San Tudwal (30 de noviembre).
Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo XIV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
-“Les vies des saints de Bretagne”. DOM GUI-ALEXIS LOBINEAU OSB.SM. Rennes, 1725.
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