Leisner: soldados de tus batallas
3. DEL CONCORDATO AL DESENGAÑO.
El Concordato entre la Iglesia Católica y el Tercer Reich, en julio de 1933, hizo suponer que al mismo, le seguiría un período de paz, de labor conjunta y de unión. Sin embargo, en enero de 1934, a pocos meses de la firma, el jefe superior de los distritos occidentales de la Juventud Hitleriana[1], Lauterbacher, que fue nombrado posteriormente jefe del Estado Mayor de las Juventudes para todo el Reich, afirmaba públicamente que la Juventud Hitleriana seguiría resueltamente su marcha, que le llevaría, necesariamente, a la destrucción de las demás organizaciones juveniles.
Educación de la juventud significa formación de la generación futura, en definitiva, forjar el porvenir de un pueblo entero. El partido dominante en el Tercer Reich tenía desde un principio la intención de educar a la juventud alemana en un espíritu profundamente anticristiano. La Iglesia debía quedar, como así fue, eliminada intencionalmente como factor educacional.
En Alemania la Iglesia disponía, por aquellos años, de posiciones muy firmes en el terreno de la educación de la juventud. Mediante el Concordato, la Iglesia Católica creyó poder poner a salvo a sus escuelas y asociaciones juveniles.
No fue la Iglesia Católica la única víctima del nacionalsocialismo, idénticos procedimientos ilegales e inhumanos se adoptaron para con la Iglesia Evangélica y mayormente con la religión judía. Así pues, la lucha se presentó contra la religión.
La revolución nacional trataba de quitar terreno a la juventud católica. Carlos María resiste al ataque del enemigo. El Asesor general de la juventud parroquial, Monseñor Wolker es arrestado, los hogares de la juventud confiscados, el hogar de Kleve destruído. Carlos María tiene que suscribir una "declaración": "Los alumnos suscritos se obligan por el presente documento a abstenerse de toda expresión difamatoria o instigadora contra el gobierno y su obra". Firman confiadamente. El objetivo de Leisner no pierde claridad: ganar para Cristo cuantos jóvenes fuera posible, para preservarlos de la mortífera ideología nazi. Los corazones de sus jóvenes cantan a una sola voz con él:
El Concordato entre la Iglesia Católica y el Tercer Reich, en julio de 1933, hizo suponer que al mismo, le seguiría un período de paz, de labor conjunta y de unión. Sin embargo, en enero de 1934, a pocos meses de la firma, el jefe superior de los distritos occidentales de la Juventud Hitleriana[1], Lauterbacher, que fue nombrado posteriormente jefe del Estado Mayor de las Juventudes para todo el Reich, afirmaba públicamente que la Juventud Hitleriana seguiría resueltamente su marcha, que le llevaría, necesariamente, a la destrucción de las demás organizaciones juveniles.
Educación de la juventud significa formación de la generación futura, en definitiva, forjar el porvenir de un pueblo entero. El partido dominante en el Tercer Reich tenía desde un principio la intención de educar a la juventud alemana en un espíritu profundamente anticristiano. La Iglesia debía quedar, como así fue, eliminada intencionalmente como factor educacional.
En Alemania la Iglesia disponía, por aquellos años, de posiciones muy firmes en el terreno de la educación de la juventud. Mediante el Concordato, la Iglesia Católica creyó poder poner a salvo a sus escuelas y asociaciones juveniles.
No fue la Iglesia Católica la única víctima del nacionalsocialismo, idénticos procedimientos ilegales e inhumanos se adoptaron para con la Iglesia Evangélica y mayormente con la religión judía. Así pues, la lucha se presentó contra la religión.
La revolución nacional trataba de quitar terreno a la juventud católica. Carlos María resiste al ataque del enemigo. El Asesor general de la juventud parroquial, Monseñor Wolker es arrestado, los hogares de la juventud confiscados, el hogar de Kleve destruído. Carlos María tiene que suscribir una "declaración": "Los alumnos suscritos se obligan por el presente documento a abstenerse de toda expresión difamatoria o instigadora contra el gobierno y su obra". Firman confiadamente. El objetivo de Leisner no pierde claridad: ganar para Cristo cuantos jóvenes fuera posible, para preservarlos de la mortífera ideología nazi. Los corazones de sus jóvenes cantan a una sola voz con él:
Somos, Señor y Dios, la hueste juvenil
consagrada a Tí para siempre.
No tememos al demonio ni al escarnio,
porque Tu nos has elegido.
Soldados de tus batallas, nosotros
queremos permanecer fieles a tu estandarte
y queremos consagrarnos al signo de la cruz,
en el sufrimiento y en la victoria.
consagrada a Tí para siempre.
No tememos al demonio ni al escarnio,
porque Tu nos has elegido.
Soldados de tus batallas, nosotros
queremos permanecer fieles a tu estandarte
y queremos consagrarnos al signo de la cruz,
en el sufrimiento y en la victoria.
Carlos María Leisner se preparaba para terminar sus estudios de bachillerato. La prueba final le absorbe enteramente. El trabajo con la juventud le había restado demasiado tiempo y fuerza. Llega al final sin tropiezos. Su preocupación por la situación del querido Asesor arrestado, y sus deberes como dirigente de distrito, le mantiene en tensión. Asomémonos a las páginas de su diario:
Rendido el examen (de bachillerato), activo trabajo en la comarca; hoy aquí, mañana allá, paso volando como un monstruo furioso en la motocicleta por toda la circunscripción (Kleve), una reunión de grupo tras otra. Hoy donde el Asesor, mañana donde los jefes de grupo. Conferencias y conversaciones en las reuniones de sacerdotes. Días de retiro con jóvenes. Entusiasmo. Cumbres y metas. Corazones encendidos por Cristo, nuestro Jefe y mi Jefe también; ojos resplandecientes de jóvenes; caras brillantes de muchachos: ¡serán santos un día! Haced flamear las banderas. Nosotros nos mantenemos en la fidelidad. Todo es vencido y allanado: la ronquera, los resfriados, el cansancio. Me echo a dormir como un perro cansado, antes o después de la medianoche.
[1] La Juventud Hitleriana era una organización juvenil del Partido nazi alemán, fundado en 1926. Se encargó de la formación ideológica y premilitar de los jóvenes. Al subir Hitler, en 1933, al poder su ingreso en ella fue obligatorio.
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