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Confianza en Dios para superar las tentaciones y dificultades de la vida

Queridos amigos y hermanos de ReL: con la imposición de las cenizas, el miércoles pasado comenzamos el Tiempo litúrgico de Cuaresma. Éste es un caminar hacia la Pascua. Son cuarenta días especialmente dedicados a la oración, la penitencia y la caridad, para celebrar, purificados y gozosos, la resurrección de Jesús. 

El color litúrgico de este tiempo es el morado, que representa una gozosa austeridad. En este tiempo, no se dice el Gloria ni el Aleluya.  En este 1º domingo de Cuaresma, la liturgia nos inculca la confianza en Dios, como medio seguro para superar las tentaciones y dificultades de la vida. 

En el recorrido de las lecturas de la Santa Misa de este domingo los cristianos somos trasladados al desierto (cfr. Lc 4, 1-13), a donde Jesús “fue llevado por el Espíritu”,  para vivir un momento de intensa oración. El desierto, en la Sagrada Escritura, es el lugar privilegiado para encontrarse con Dios; así fue para Israel que habitó en él durante cuarenta años, para Elías que en él transcurrió cuarenta días, para el Bautista que se retiró a él desde la adolescencia.

Jesús consagra esta costumbre y vive en la soledad durante cuarenta días. Para Jesús, sin embargo, el desierto, no es sólo el lugar del retiro y de la intimidad con Dios, sino también un campo de la lucha, “donde fue tentado por el diablo” (ib 2).

Satanás propone al Salvador un mesianismo de triunfo y de gloria. ¿Para qué sufrir hambre? Si él es el Hijo de Dios, que convierta las piedras en panes. ¿Para qué vivir cómo un miserable vagabundo por los caminos de Palestina? Si se postra a los pies de Satanás, recibirá de él reinos y poder. ¿Para qué padecer la oposición de los sacerdotes, de los doctores y de los jefes? Si se arroja desde el alero del templo, los ángeles le salvarán y todos le reconocerán como Mesías.

No podían venir de Satanás otras sugerencias que no fueran éstas. Pero Jesús, el Hijo de Dios que “se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo” (Fl 2, 7) sabe muy bien que para reparar el pecado del hombre –rebeldía y soberbia- solamente hay un camino: humillación, obediencia, cruz.

Las tentaciones del desierto enseñan que donde se fomentan intenciones ambiciosas, ansias de poder, de triunfo, de gloria, allí se esconde la intriga de Satanás. Y para destruirla es necesario mantener la palabra de Jesús: “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él rendirás culto” (Lc 4, 8); es decir, estar decididos a rechazar cualquier proposición que obstaculice reconocer y servir a Dios como el único Señor.

“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.  Por tanto comencemos la Cuaresma, y escuchemos la voz de la Iglesia que quiere inspirarnos confianza en Dios y en su Palabra, mostrándonos cómo Jesús vence a Satanás, precisamente, con la Palabra de Dios. Que la misericordia de Dios y su Espíritu, que sostuvo a Jesús en el desierto, nos de la gracia de vivir estas profundas realidades de la fe.

Con mi bendición.
P
adre José Medina

“Intimidad divina” es un libro de meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año, todo un clásico, cuyo autor es el P. Gabriel de Santa María Magdalena, carmelita descalzo, (1893-1953). Es uno de los grandes maestros del siglo XX, estas meditaciones en texto y en audio, síntesis y readaptación de las suyas, las presento como un sentido homenaje y con el sincero empeño, de darlo a conocer a las nuevas generaciones de cristianos.

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