Obligar a los niños a vestirse de niñas y a éstas de niños puede arruinar para siempre su equilibrio psicoafectivo y empujarles al alcoholismo, la depresión y otros trastornos. No lo dice un científico o un catequista sino una víctima.
Se trata de Walt Heyer, que padeció esa presión en su infancia, terminó cambiándose de sexo, siendo ya adulto, y ahora ha logrado superar su problema de transexualidad, después de un verdadero calvario, que incluye un divorcio y el abismo de la adicción al alcohol.
Recientemente, Actuall relataba el caso de Walt Heyer, luego Laura Jensen, que criticó la película de temática transexual La chica danesa. A sus 62 años se arrepiente de haberse sometido a un cambio de sexo.
Ahora, Heyer ha publicado una carta abierta en The Public Discourse, dirigida a los colegios estadounidenses, en la que critica las medidas que quieren imponer en la comunidad escolar sobre los baños unisex o los vestuarios a elección propia.
Sabe de lo habla, la suya no es una reflexión teórica, sino basada en su experiencia personal.
Cuando los adultos manipulan a los niños
“Mis padres me llevaban a casa de mi abuela, ellos no tenían ni idea, pero mi abuela, a mis cuatro años de edad me obligaba a ponerme vestidos de niña, todavía me acuerdo el vestido de color purpura que me ponía nada más llegar. Mi vida ha sido confusa, llena de dolor, abuso de alcohol y hasta un cambio de sexo innecesario. Mi vida la destrozó un adulto que me manipulaba”.
La historia de Walt / Laura está marcada por la disforia sexual, la contradicción entre su sexo biológico y su identidad de género. “He decidido contar mi historia porque los medios de comunicación muestran a los niños ‘transgénero’ como un ‘producto de televisión pulido’“. Sin embargo, explica que la realidad es muy diferente, “el cambio de sexo es una aparente victoria a corto plazo, pero es un dolor que cargarás toda tu vida”.
En la carta afirma que las personas transgénero sufren de enfermedades mentales, tendencias suicidas y una mortalidad temprana.
A través de su blog, Sex Change Regret denuncia cómo el sistema educativo con ayuda de los gobiernos están poniendo en riesgo la salud mental de los niños. “El lobby LGBT se está financiando con dinero público para promover sus derechos en los colegios”, denuncia.
Meten en los niños pensamientos transexuales
Walt / Laura afirma que los niños están siendo bombardeados por la atracción del mismo sexo y les introducen pensamientos contrarios a su sexo biológico.
“Los LGTB creen que están logrando que los niños descubran quienes son, pero la verdad es que sólo son niños y lo que consiguen son pequeños robots que hacen lo que ellos quieren, manipulan su mente para que cambien su sexo“.
El autor afirma que la niñez marca el resto de la vida de un adulto, “el entorno familiar, el colegio o la televisión marca la vida del pequeño, los padres deben tener unos valores firmes para combatir las ideas que van a intentar implementar en la mente de su hijo”.
Los halagos de la abuela
El sufrimiento de Walt empezó a los cuatros años, cuando su abuela le pedía que no revelase a sus padres que le obligaba a ponerse vestidos,”será nuestro pequeño secreto”, le decía siempre.
No sabía que pensar en aquel momento, “durante la semana era un niño normal, pero cuando me vestía de niña, mi abuela me halagaba tanto que empecé a pensar que para ser aceptado tenía que ser una niña“, afirma en la carta.
“Llegó a ser algo tan normal que me llevaba los vestidos a mi casa para ponérmelos a escondidas”. Pero un día su madre los encontró: “Sentí que les decepcionaba porque no era un hombre”, asegura.
La pesadilla de Walt / Laura empeoró con la llegada de su tío Fred, “después de saber mi secreto empezó a burlarse de mí y me bajaba los pantalones. Yo tenía 9 años por aquel entonces y no sabía defenderme y mi ansiedad iba creciendo, me daban cambios de humor muy bruscos y solía comer desesperadamente“, relata con crudeza.
La agresión sexual que le marcó
Pero el suceso que más le marcó fue un intento de agresión sexual, que ahora cuenta: “Un día mi tío Fred me llevó a un camino de tierra detrás de mi casa y me quitó la ropa. Estaba aterrado. Por suerte no llegó a hacerme nada porque salí corriendo, pero cuando se lo conté a mi madre me tachó de mentiroso: ‘Es imposible que tío Fred haga eso’, me dijo”.
Así pasó sus años de colegio con aparente normalidad. Fue a la universidad, estudió ingeniería aeroespacial, tenía una carrera prometedora e incluso a los 36 años se casó. “Lo tenía todo: una carrera, una familia, pero tenía también un gran secreto no era capaz de librarme de la sensación de ser mujer. La semilla que sembró mi abuela me perseguía. A espaldas de mi esposa empecé a travestirme por las noches y a tomar hormonas femeninas”.
Llevaba una doble vida, empezó a beber demasiado y terminó en un centro de desintoxicación. Su mujer, que creía que sólo tenía problemas con el alcohol, le pidió el divorcio.
Fue entonces cuando acudió a un psicólogo experto en estos casos y le diagnosticó la disforia. “Me dijo que mi única cura era que me sometiera a un cambio de sexo, que así conseguiría alcanzar el sueño de mi vida”.
A los 42 años, Walt Heyer se convirtió, al menos físicamente, en Laura Jensen.
“Aparentemente estaba bien, porque estaba escondida detrás de ropa, maquillaje y tacones, pero era solo un encubrimiento, no estaba curado”. Habían pasado tres años desde que se convirtió en Laura para que sus demonios volvieran “me sentía destrozado por dentro, me di al alcohol de nuevo, pensé incluso hasta en el suicidio”, confiesa.
Laura acudió a más psicólogos ‘especialistas’ en identidad de género y todos le aseguraron que solo necesitaba más tiempo para adaptarse a su nueva identidad. Por otro lado, acudió a un centro especializado y consiguió superar su alcoholismo.
“La sobriedad fue mi punto de inflexión para superar mi vida como transgénero”, afirma Jensen.
Acudir a otros psicólogos, ajenos al lobby transex
Para ayudar a otros alcohólicos, entró en un programa universitario para estudiar ‘Psicología del alcohol’.
Allí trabajó junto a un médico que le reveló un nuevo diagnóstico. “Me dijo que llevaba observándome un tiempo y que tenía ‘trastorno disociativo´”. El médico le recomendó acudir a un psicólogo generalista. “Cuando acudí a un psicólogo ‘normal’ me diagnosticó una perdida de identidad grave por mis traumas de mi infancia, me dijo que con terapia volvería a encontrarme a mí mismo”, asegura.
Se sentía liberado al fin, pero también enfadado: “Era enloquecedor, porque ningún médico me había ayudado hasta ese momento y los psicólogos de identidad de género no tenían en cuenta mi infancia. Sólo veían que me tenía que volver mujer para ser feliz”.
Años después, volvió a hablar con el psicólogo que le recomendó el cambio de sexo, que le admitió que se equivocó.
Hoy Walt se siente liberado, vive una vida libre de alcohol y vestidos púrpuras. Aunque no puede revertir la cirugía a la que se sometió, trata de concienciar a padres y a niños para que no comentan el error que carga a sus espaldas para siempre.
Por eso ha escrito la carta en la que advierte del grave peligro para el desarrollo psicoafectivo tienen los programas para que los niños varones se vistan de niñas y viceversa. Se empieza con estos juegos, aparentemente inocentes, y se acaba en el psiquiatra.
Lo inquietante, ahora, es que estos planes para ofrecer a los niños el cambio de sexo, son impuestos por las autoridades, a través de los programas escolares.
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