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El Capi

P. José Luis Ruiz-Capillas Martínez, S. I.


 
Burgos, 17/07/1946– Salamanca, 4/09/2014
 
 ¡¡HEMOS CONVIVIDO CON UN SANTO!!
Ya sé que a él no le gustaría nada este título, pero es lo que tenemos en el corazón todos los que lo conocimos. Y me lo han manifestado en sus correos. No se nos ha ido; no hemos quedado huérfanos, porque nos quedan su vida y sus palabras.
 
Capi ha sido para mí y creo que para todos los que lo tratamos: un hermano, un amigo y un guía. UN HOMBRE AFECTUOSO Siempre decíamos: “Capi es un hombre “bueno”…” Y es que lo era de verdad, de corazón. En él no cabía la maldad. Cuando me destinaron a Fe y Desarrollo, alguien en el Colegio San José me dijo: “Tienes dos tareas que acometer con urgencia: engordar a X… y MALICIAR a Capi”.  No
intenté ninguna de las dos, porque hubiera sido totalmente inútil.
 
Es que para todos, la bondad de Capi, era su afecto, su cariño por los demás. Y lo primero por su familia: ¡¡Cómo sufrió con la muerte de su hermano en accidente de coche!! Y luego con el atropello de su sobrina; con los problemas de sus hermanas… y eso parecía que no le daba importancia. Cuando iba a verlos no estaba más que dos o tres días… Yo creo que para no dejar traslucir sus sentimientos.
 
Y era amigo fiel para siempre: ahí están Julián González Barrio y Santi Nájera; sus compañeros de carrera y amigos y hermanos en la dispersión. Los dos en Centroamérica, pero su llegada a España era un acontecimiento para él. No existía  ni el tiempo, ni el espacio.
 
SU ACTIVIDAD LO REFLEJA
 
El año 1981, cuando llegué a mi despacho de Ruiz Hernández y estaba colocando mis libros, carpetas… me dijo  muy serio: “Todo eso lo puedes jubilar; porque te va servir de poco”… Y allá fueron los apuntes de Teología (Comillas, años 63-67) y muchos de los libros que había ido recibiendo de regalos… Capi tomó las riendas para convertir a un biólogo en un pastoralista. Y allí comencé a saber lo que era un trabajo en equipo. Claro que ¿cómo no aprender estando junto a él y a Goyo de Pablos?
 
Con una firmeza y una finura exquisita me recordaba el día, la hora y la materia de las reuniones de Escuela de Padres. Aconsejaba llamar a un determinado ponente para las reuniones semanales con los monitores. Y te daba el teléfono y las ideas del tema que debía pedirle. Y siempre acertaba. Los monitores de la Escuela de Padres… los muchachos de Juan Vicario, profesores de Cristo Rey de Valladolid… todavía lo recuerdan. Las reuniones de programación de las Semanas de Teología, eran fáciles, porque su libreta de autores siempre estaba a punto. Fue el compañero inseparable en los momentos de iniciar nuevas andaduras: Cursos de Formación para profesores de religión y para pedir el reconocimiento para la obtención de la DEI (Declaración Eclesiástica de Idoneidad)
 
¡Qué duros fueron para él los años en que nos fuimos de Valladolid: M.ª Luisa Berzosa (a Argentina) y yo a Santander y la muerte de Carlos Corraliza….! Años en lo que tenía que transformar Fe y Desarrollo en algo imposible.
 
Y al cabo de cuatro años el P. Provincial lo destinó a Santander, porque Quijano acababa como superior. Y como no se fue de la ciudad, formamos un equipo con Avelino Quijano y Carlos Purón. De nuevo el apoyo de Capi para llevar adelante los cursos de catequesis de adultos, el Aula de Teología de la Universidad de Cantabria, los grupos del Centro Loyola, las actividades del Centro Informativo de Actividades Solidarias y finalmente los Voluntarios de Entreculturas…
 
La labor de Capi era siempre callada, entre bambalinas, solo aparecía cuando hacía falta: para organizar las eucaristías, las Pascuas Abiertas o las Pascuas en Pedreña, las excursiones o los  cine-Fórum… Allí estaba aportando documentación, fotocopias con canciones, oraciones o corrigiendo las pruebas… Sin dar importancia, sin pretender imponer nada a nadie.
 
UN ACOMPAÑANTE EXCEPCIONAL
 
Pero lo más importante de Capi ha sido el ser GUÍA personal de todo el que ha acudido a él. Su preparación fue impresionante: hizo la Escuela de Ejercicios del CES de Salamanca; leía teología, espiritualidad… seguía con detalle las revistas que llegaban a casa. La formación permanente era un punto dentro de su distribución diaria. Y su lectura diaria del periódico, concienzuda. Todos después de cenar teníamos un rato de TV. Capi aprovechaba para leer EL PAÍS y los diarios que estuvieran sobre la mesa. Alguno decía que “los estudiaba” Era callado, hablaba poco (porque escuchaba mucho), pero certero en sus juicios. Te podías fiar de lo que decía. No gastaba el tiempo en criticar a nadie; pero en sus palabras descubrías perfectamente todo un mundo de ideas y de relaciones. En los grupos, tanto en Santander como en Torrelavega, su palabra se escuchaba con reverencia y cuando no decía nada no sabías si era más elocuente el silencio que lo que hubiera podido decir. En estos años últimos, en su grupo de
Torrelavega se resaltaban sus aportaciones y cuando no podía asistir se sentía como un gran vacío.
 
En sus primeros años participó en las convivencias para los prenovicios y nunca me expliqué, ni me dijo nada, sobre la razón de dejarlo. Creo que era muy riguroso con su tiempo y si veía que no podía compaginar alguna cosa lo dejaba. Tenía una libertad interior muy grande para decir que no a lo que creía que no podía llegar. A mí me hizo una reconvención muy fuerte, cuando sin dejar el Centro Loyola acepté la dirección del Colegio Kostka de Santander. Pero cuando le razoné mi decisión, sé que no le convencí, siguió colaborando con más fuerza, para que no se notara la falta.
 
SU VIDA INTERIOR
 
Toda la vida de Capi estaba guiada por su vida interior honda y seria. Hombre de oración; de reflexión, de continuo estar sobre sí mismo; había asimilado el espíritu de los Ejercicios y se traslucía en sus criterios. Decíamos que era una personalidad equilibrada, moderada… Su mesa de trabajo era la imagen del interior. Al terminar de trabajar recogía todo, lo colocaba en su carpeta y en su estantería de tal modo que la mesa aparecía limpia de todo. En su habitación, o en el despacho, no había nada que no estuviera en su sitio.
 
Cuando hace un año me dijeron que le habían detectado un cáncer mi reacción fue: ¡¡es
imposible… en Capi, no!! Porque no fumó nunca, no bebía, comía lo justo evitando todo lo que no era recomendable. Daba su paseo diario después de comer, mientras otros dormíamos la siesta. Era un hombre puntual, nunca hizo esperar a nadie. Ni se apresuraba porque se le hubiera pasado el tiempo. Era la encarnación de la regla del “TANTO CUANTO”. Todo orden y armonía.
 
Era una persona humilde…¡¡cómo sufrió cuando un trío de “vicarios diocesanos” le llamó para pedirle cuentas sobre el Aula de Teología!! Fueron momentos duros, porque tenían todo el “derecho” a su favor: ponían parte del dinero del presupuesto (no más de la quinta parte) y se sentían guardianes de la ortodoxia. Que en Santander todas las semanas acudieran, un media de 200 personas, a escuchar una teología actualizada; sagrada escritura; moral o temas de actualidad… Y Capi se presentó, escuchó, habló… pero no dijo nunca nada. ¡¡Todo muy bien!!
 
Fue lo que nos comentó. Desde luego los 30 años del Aula de Teología de la Universidad de Cantabria le deben muchísimo a Capi, que supo ser fiel a lo que era la idea inicial para lo que se había fundado.
Su disponibilidad y servicialidad no se puede comentar porque cada uno tenemos mil detalles, sucesos… en los que él estuvo donde tenía que estar. Lo mismo llevando al médico, a Mompía (la clínica del Igualatorio) que a la playa en verano cuando venía alguien a pasar  unos días.
Ahora nos deja su recuerdo y el gozo y la alegría de haber convivido tantos años. ¿Qué pensará él de nosotros, a los que tuvo que aguantar, tan diferentes a él?  
 
Ceferino García Rodríguez, S.J. (Casa de Espiritualidad de las Esclavas, Gandía, 6.09.2014)
 
Descanse en paz.

 
 
 

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