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Nadie tiene el derecho de erigirse en juez de los demás

Queridos amigos y hermanos de ReL: la liturgia de la Palabra de este 5º Domingo de Cuaresma, en el Ciclo C, nos propone la consideración de la Pascua, ya muy próxima, bajo el aspecto de la liberación del pecado.

Merecida, una vez para siempre y para todos, por Cristo, esta liberación debe, todavía, actuarse en cada hombre; es más, este hecho exige un continuo repetirse y renovarse, porque nadie puede considerarse impecable.

Esta novedad viene ilustrada por el episodio evangélico de la adúltera (cfr. Jn 8, 1-11), mujer arrastrada a los pies de Jesús para que éste la juzgue: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?

Y el Salvador tras de una pausa silenciosa, cargada de tensión por parte de los acusadores y de la acusada, dice sencillamente: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”.

Todos los hombres somos pecadores; nadie, por lo tanto, tiene el derecho de erigirse en juez de los demás. Sólo uno lo tiene: el Inocente, el Señor; mas ni siquiera él lo usa, prefiriendo ejercer su poder de Salvador: “¿Ninguno te ha condenado?... Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”.

Sólo Cristo que vino para dar su vida por la salvación de los pecadores, puede librar a la mujer de su pecado y decirle: “no peques más”. En el sacramento de la penitencia se renueva, para cada uno de los creyentes, el gesto liberador de Cristo, que confiere al hombre la gracia para “no pecar más”. Es un camino que lleva consigo continuas y nuevas superaciones, y nuevas liberaciones, para alcanzar una adhesión cada vez más profunda a Cristo.

Les propongo que terminemos nuestra reflexión haciendo oración con los textos del Prefacio de la Pasión II, del Misal Romano, ya que lo siguiente resume y explica lo que hemos abordado con la misma voz de la Liturgia de la Iglesia:

“En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Porque se acercan ya los días santos de su pasión salvadora y de su resurrección gloriosa; en ellos celebramos su triunfo sobre el poder de nuestro enemigo y renovamos el misterio de nuestra redención.

Porque en la salvación redentora de tu Hijo el universo aprende a proclamar tu grandeza y, por la fuerza de la cruz, el mundo es juzgado como reo y el crucificado exaltado como juez poderoso”.

Que nunca nos olvidemos que somos pecadores, que nunca nos olvidemos que no estamos en condición de tirar la primera piedra, ni la última.

Con mi bendición.
Padre José Medina

“Intimidad divina” es un libro de meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año, todo un clásico, cuyo autor es el P. Gabriel de Santa María Magdalena, carmelita descalzo, (1893-1953). Es uno de los grandes maestros del siglo XX, estas meditaciones en texto y en audio, síntesis y readaptación de las suyas, las presento como un sentido homenaje y con el sincero empeño, de darlo a conocer a las nuevas generaciones de cristianos.

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