Hermosura infinita que no podemos imaginar
Por eso Señor, no permitas que yo adore cualquier cosa como si fuera un dios, porque ningún ser y nada de este mundo vale tanto.
Te reconozco a ti como dueño, Señor de mi vida. No permitas que pierda la serenidad y la alegría por cosas que no valen tanto.
Sólo abandonándome a ti podré sanar mis angustias, sabiendo que nada de este mundo es absoluto.
Señor mío, dame un corazón humilde y libre, que no esté atado a las vanidades, reconocimientos, aplausos. Dame un corazón simple que sea capaz de darlo todo, pero dejándote a ti la gloria y el honor.
Dame ese desprendimiento Espíritu Santo, libérame del orgullo, para que pueda trabajar buscando tu gloria.
Ven Espíritu Santo, para que pueda proclamar a Jesús como único Señor y dueño de todas mis cosas, de todo lo que vivo, de todo lo que soy y de todo mi futuro.
Ven Espíritu Santo.
Amén."
Enviar comentario