¿Dejaría de ir a consulta por un mal médico?
Recordemos todas las veces en las que un sacerdote nos ha escuchado y dado elementos para seguir. Nadie niega que los escándalos de abusos son un tema gravísimo que debe atenderse bajo el principio de tolerancia cero, pero de ahí a negar la coherencia de la inmensa mayoría, es demasiado. Ahora bien, ¿qué nos toca hacer? Desde luego, no vamos a ponernos a regañar a la gente por su variedad de opiniones, pero sí compartir los ejemplos positivos y, en muchos casos, realmente admirables, de tantos que han decidido dejarlo todo para estar al pendiente de las necesidades humanas y espirituales de cada uno de nosotros en el marco de la Iglesia y de la sociedad en general. Esto nunca es sinónimo de mirar para otro lado. Al contrario, debemos de trabajar por la coherencia (santidad) de los sacerdotes desde la oración y, en la medida de lo posible, contribuyendo materialmente en la mejora constante de la formación que reciben.
Necesitamos sacerdotes, hombres dispuestos a saber acompañar en las aventuras y desventuras de la vida. A veces, escuchamos a muchos católicos reconocer el déficit que hay, al tiempo que opinan estar en desacuerdo si alguno de sus hijos quisiera dar el paso de serlo. Tenemos que evitar tal disociación y sin presionar, trabajar por ofrecer la opción del sacerdocio. Está claro que no todos optaran por dicho camino. De hecho, sería un error grave proponerlo como única opción, pero hay que abrir puentes, promover, plantear, porque habrá quien, dentro de sí mismo, identifique que se trata de la opción que lo hará feliz. ¿Imaginamos lo que debe ser poder consagrar y dar paso al Cuerpo y a la Sangre de Cristo? Da emoción con solo pensarlo.
El V.P. Félix de Jesús Rougier, decía: “nada de lo que se refiere al sacerdocio nos debe ser indiferente” y es verdad. Ciertamente, no debemos esperar todo del sacerdote, porque como laicos tenemos un aporte concreto y, por ende, original, pero juntos, sumando esfuerzos, podremos hacer un buen trabajo.
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