La Madre del Señor - Aclaraciones
¿Por qué María? – Objeciones
Existen aún muchos cristianos que se han convencido a sí mismos de que la devoción a María es una especie de accesorio de la fe, que puede estar como no estar. Resulta necesario explicarles de nuevo cómo el papel de María en el sistema cristiano de la fe no es ni mucho menos marginal o facultativo. Al respecto se presentan distintas objeciones que con un criterio básico de formación cristiana es posible superar:
- María “versus” Jesús
- “¿Dónde dice en la Biblia?”
- Los “hermanos de Jesús”
Por otro lado, si María hubiera tenido más hijos, sería una cosa bastante sui generis que Jesús moribundo hubiera confiado su madre al discípulo. Finalmente, los evangelistas se refieren a Jesús con un título bastante interesante: “el Hijo de María”[8]. Entiéndase bien, que no se dice “uno” de los hijos de María, sino “el”, es decir el Único. Sobre esto, vale la pena aclarar el detalle de que en el mundo hebreo, el hijo nunca es indicado con el nombre de la madre, a menos que el padre haya muerto y la viuda no tenga más hijos.
María, Madre de Dios
Es probable que quienes no son católicos encuentren muchas dificultades para acercarse a María, y más de uno – a partir de la Revolución Protestante del siglo XVI – ha tratado de esparcir como veneno cierto desprecio hacia Ella.
Lastimosamente este veneno de a poco se ha ido introduciendo también en la Iglesia, de manera que hay muchos católicos que ante la imagen de María sienten cierto recelo. Y es que, ante la Theotokos[9] hay quienes ven sólo una “hermana en la fe”. Desde la perspectiva católica efectivamente María es también “hermana”, pero en primer lugar, es “Madre”. Tarde o temprano y católicos o no, hay que entender que Jesucristo, moribundo en la cruz, no le dio a Juan una “hermana”, le dio una madre. Y a Ella no le dio un “hermano”, sino un hijo.
Ha sido grande el esfuerzo que el Protestantismo ha hecho para difundir esta idea – siempre herética sin importar que estemos en tiempos ecuménicos – de que María no es Madre de Dios sino sólo de Jesús, y es sorprendente cómo esta idea ha calado en lo profundo del Cristianismo, desfigurando a fin de cuentas no a la Madre sino al Hijo, pues uno de los pilares de la doctrina cristiana (y no sólo católica desde luego) es el hecho de que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, y así lo creen también quienes difunden esta idea, aunque no se hayan dado cuenta – o no hayan querido hacerlo – de que creer en las dos naturalezas de Cristo (Dios-hombre) y negarle el título de Madre de Dios a María, son dos posturas completamente contradictorias e insostenibles las dos al mismo tiempo. Así, de a poco también los cristianos nos hemos ido dando cuenta, de que entre Jesús y María existe una unión tan misteriosa y profunda, que se vuelve imposible atentar contra la Madre sin que redunde en el Hijo.
María, Madre Nuestra
“Si en ciertas teologías y eclesiologías de hoy María ya no encuentra sitio, la razón es simple y dramática: han reducido la fe a una abstracción. Y una abstracción no sabe qué hacer con una madre”[10]
La historia ha sabido demostrar que los hombres han tenido siempre la necesidad de una Madre, con mayúscula, además de la que les da el registro civil, y cuando han dejado a un lado a la Madre celestial, inmediatamente han buscado otra. Y así, en el siglo XVIII que desemboca en la Revolución francesa – y que como toda revolución engendra el caos –, sobre todo con los que le siguen (XIX y XX) con el nacionalismo, terminan creando como “Madre” a la “Patria”, con mayúscula, como Gran Madre. A Ella, como en otros tiempos hicieron los religiosos, se dedicaron los nuevos monjes que son los militares. Es así como los perfiles de España o Francia fueron sustituyendo sus raíces cristianas en busca de otros dioses. Sin embargo, será imposible desarraigar el nombre de María sin trastocar lo más profundo de la sociedad, y así como ejemplo, tenemos la bandera de la Unión Europea (doce estrellas – como las de aquella Mujer del Apocalípsis[11] – en un fondo azul – de tono mariano por supuesto –) diseñada por Arséne Heitz, un devoto de la Virgen, de esos de rosario diario. Es singular además, el detalle de que la bandera azul con el círculo de las doce estrellas de adoptó oficialmente un 8 de diciembre de 1955, fiesta de la Inmaculada Concepción de María.
No es suficiente citar aquél pasaje de Cristo agonizante en la Cruz donde se nos entrega a María como Madre y donde la Iglesia ve en Juan a toda la humanidad representada ¡no! Hace falta más bien comprender el papel de María en la Historia de la Salvación, cuestión que no pretendo abordar aquí dado que me he propuesto escribir un artículo y no un libro, sin embargo, habrá de ayudarnos un gran propagador de la devoción mariana – santo además –:
“Digamos pues sin temor con San Bernardo, que nosotros tenemos necesidad de un mediador ante el Mediador mismo, y que María es la más capacitada para llenar este oficio caritativo; Jesucristo ha venido al mundo por medio de Ella, y es por medio de Ella como debemos llegar a Él. Si tememos ir directamente a Jesucristo nuestro Dios, por causa de su grandeza infinita, o a causa de nuestra bajeza, o por causa de nuestros pecados, imploremos osadamente la ayuda e intercesión de María nuestra Madre (...)”[12]
Al igual que en las Bodas de Caná junto a Cristo y que en Pentecostés en medio de los discípulos recibiendo el Espíritu Santo, María ha permanecido y permanecerá siempre en compañía de la comunidad cristiana, desarrollando el papel de Madre y por tanto, la de no abandonar a sus hijos nunca.
Conclusión, por así decirlo...
Dado que el “tema de María” no puede concluirse propiamente, tan sólo quisiera decir que no es posible considerarse cristiano plenamente, si no es asumiendo a la Persona de Jesucristo en toda su plenitud, y esto incluye obligatoriamente aquél aspecto hermoso y polémico a la vez, de ser el Hijo de María. A pesar de que es inolvidable aquella dimensión violenta, del enigma de la historia que es el islamismo, si hay algo que podemos aprender es que, a diferencia de lo que ocurre en regiones cristianas, para un musulmán no sólo es impensable blasfemar, sino también ceder a una mínima falta de respeto, respecto a aquella que es la “madre de Jesús”. Como cristianos, es mucho lo que nos falta profundizar en torno a la figura de la Madre, y esto siempre debido a que es la forma más perfecta de interiorizar la figura del Hijo.
Nuestra Señora habrá de ser llamada bienaventurada hasta el final de los tiempos. En María, todo nos lleva a Jesús, y quien llega a conocer a Jesucristo, habrá de encontrarse irremediablemente con la figura de María, la Madre del Señor, y tarde o temprano todo aquél que busca la Verdad con sincero corazón, terminará aceptando con san Lucas, que el Señor ha hecho en Ella grandes maravillas[13] .
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