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La Misericordia límite al mal

Después de la caída de los sistemas totalitarios, en los que el sometimiento de los hombres a la esclavitud llegó al cenit, se abrió para los ciudadanos oprimidos, la perspectiva de la libertad, es decir, la posibilidad de decidir sobre sí y por sí mismos, con lo que surgió un problema de fondo: el del uso de la libertad. El hombre cuando decide, lo hace siempre a la luz de algún criterio, generalmente la bondad objetiva o el provecho, en sentido utilitarista.

En la Europa actual, el uso de la libertad, los hombres se han decidido por el utilitarismo, prescindiendo de la dimensión ética de la libertad. Hoy en día se hace hincapié únicamente en la libertad y lo práctico, fórmula simplista que excluye las ideas del bien y el mal. El criterio regulador para el uso de la libertad, no se ha fijado en el bien honesto por tanto, sino en la utilidad o el placer. Según la visión utilitarista, el hombre busca con sus acciones ante todo el provecho, no lo digno (honestum).

Aristóteles, además de la Ética a Nicómaco, dejó otra obra sobre la ética social titulada, Política.  No planteó en ella cuestiones sobre las estrategias concretas de la vida política, sino que se limitó a definir los principios éticos que deberían regir todo sistema político justo (honestum). Sin embargo, las actuales naciones europeas, han decidido rechazar los límites éticos de la política fijados por Aristóteles, como también han rechazado a su gran número de santos, sus majestuosas catedrales románicas y góticas, las basílicas barrocas, la pintura de Giotto, del Beato Angélico y de los innumerables artistas de los siglos XV y XVI, las esculturas de Miguel Ángel, la Cúpula de San Pedro y la Capilla Sixtina. Han rechazado también las obras de los místicos y de las místicas de los países germanos, los escritos de santa Catalina de Siena en Italia, de santa Teresa de Ávila y de san Juan de la Cruz en España. En ellas surgieron las grandes Órdenes monásticas, las beneméritas Órdenes mendicantes, como los Franciscanos y Dominicos, y las Congregaciones de la Reforma católica y de los siglos sucesivos, que han aportado tanta belleza y tanto bien a la sociedad.

Se acaba el año de la Misericordia, y a pesar de las aberraciones que han legislado sus parlamentos, Europa no ha entonado el canto del Miserere del rey David, que se apropió de la esposa del soldado Urías, cometió adulterio con ella y, para borrar las huellas de su culpa, procuró que el legítimo esposo muriera en batalla:

Misericordia, Dios mío, por tu bondad
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio serás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas la sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza... 
(Sal 50, 3-17)

En vez de entonar este bonito canto de misericordia, Europa al parecer no tiene nada de qué arrepentirse, hay una confianza sin límites en la razón humana, no hay limites para la ciencia, ni para los medios de comunicación, ni para la política, ni para la tecnología, ni para la economía, ni para la libertad. Sin embargo, Europa o España tienen que poner fin al mal que han creado, tienen que pedir perdón como el Rey David, pues el tiempo de la misericordia termina este 20 de noviembre.

En este sentido quiero hacer alusión al ejemplo de Polonia. En la Polonia resistente al comunismo, fue significativo que Santa Faustina Kowalska viera a Cristo como Dios-Misericordioso.  Esta devoción se prorrogó en medio del dramático cúmulo de mal que trajo consigo la Segunda Guerra Mundial y las crueldades de los sistemas totalitarios. Fue como si Cristo hubiera querido revelar a Polonia a través de esta monja, que el límite impuesto al mal, cuyo causante y víctima resulta ser el hombre, es la Divina Misericordia. Es como si Cristo hubiera querido decir a través de ella: « ¡El mal nunca consigue la victoria definitiva!» El misterio pascual confirma que, a la postre, vence el bien; que la vida prevalece sobre la muerte y el amor triunfa sobre el odio. Allí en medio del totalitarismo, surgió la chispa que anuncia al mundo la última venida de Jesucristo. A pesar de sufrir la ideologia totalitaria del comunismo, la Divina MIsericordia fue ese límite al que se acogió el pueblo polaco para mantener su fe y su identidad nacional. Europa sin embargo, no ha dejado que la Misericordia pusiera límites al mal en este 2016. El año de la Misericordia casi ha concluído y en el Cielo Europeo sólo se ven enormes nubarrones.

 
UnhombreUnamision.org
 

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