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Las Oreo del indigente

Si no fuera porque el chico español que ha publicado en internet el vídeo de las galletas Oreo rellenas de dentífrico que regala a un mendigo tiene rasgos asiáticos pasaría por descendiente directo del soldado romano que dio de beber a Jesús crucificado una esponja empapada en vinagre. Como en los Evangelios no consta que fuera de Módena queda claro que su intención con el hijo de Dios era la misma que la del joven con el paria: reírse de él. La burla, que es el humor de los cobardes, cursa siempre contra los débiles. No creo que el aprendiz de centurión se hubiera atrevido a darle el brebaje a Tiberio ni tampoco que el chico oriental se atreva a regalar al presidente del Gobierno chino una cena con el Licor del Polo emboscado en el rollito de primavera.
Zaherir al colegial de las orejas grandes, a la chica de la gafas y al indigente con hambre es más fácil que decirle al colegial que se deje el pelo largo, a la chica que tiene las cejas bonitas y al indigente que el mundo es injusto. La injusticia no se cura con adjetivos, es cierto, pero el pelo largo oculta las orejas, las cejas avivan la mirada y el hambre, si se enmarca en la lucha de clases, desemboca en la revolución. De modo que si en vez de para burlarse del prójimo este adicto a las redes utilizara internet para fines más loables tendría menos seguidores, pero habría recibido merecidos elogios, como habría recibido parabienes el soldado romano si en lugar de vinagre en el hisopo hubiera dado a Jesús en vaso ancho agua de manantial con hielo picado.
La predilección de Jesús por los pecadores explica que incluyera al soldado en la petición de amnistía general que elevó al Padre so pretexto de que el maltratador desconocía el alcance del hecho. Más o menos eso, ignorancia de que grababa un despropósito, es lo que arguye el chico para replicar a las críticas derivadas del vídeo, que en sentido inverso ha recibido el aplauso de 75.000 internautas. El respaldo de tan alto número de personas acredita que todas ellas están por debajo del percentil intelectual, de los dos dedos de frente, como lo está el jaleado. Imagino que al lado de este chico el tonto del pueblo se licenció en Harvard. Por eso mismo, frente a quienes piden que intervenga el fiscal general del Estado, opino que es más productivo dejar a solas a este muchacho con un maestro de los de antes. Con bigote franquista, a poder ser. 
 

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