Pascua: Cristo entre nosotros
Le preguntó al eremita:
–¿Qué hemos hecho mal o qué pecado hemos cometido para que estemos ahora en esta situación?
El monje eremita le contestó:
–Habéis cometido el pecado de ignorancia.
–Y eso ¿qué es, qué significa? –le preguntó el abad.
–Pues que uno de los monjes de vuestro monasterio es el Mesías disfrazado y vosotros lo ignoráis –le respondió el eremita.
El abad regresó a su monasterio e iba pensando todo el tiempo cómo era posible que Dios hubiese regresado a la tierra, hubiese ido a su monasterio y ni él ni nadie lo hubiesen reconocido. Y empezó a pensar: ¿Será el cocinero?, ¿será el prior?, ¿el portero?, ¿el sacristán?, ¿el novicio?, ¿quién será? Y seguía pensando: ¿No será el disfraz los propios defectos que tiene cada uno de los monjes? Sí, todos los monjes del monasterio tienen sus defectos y sin embargo parece ser que uno de ellos es el Mesías.
Una vez en el monasterio, el abad reunió a los monjes y les dijo lo que le había dicho el eremita, que el Mesías era uno de ellos. Todos se miraron con incredulidad y pensaban que era imposible que el Mesías estuviese entre ellos. Pero poco a poco empezaron a darle vueltas en sus cabezas y se decían: ¿Y si fuese tal o tal hermano? ¿No podría ser tal otro hermano? Si está disfrazado no podremos reconocerlo, con lo cual lo que tenemos que hacer es tratar de respetar a todos porque cualquiera puede ser el Mesías.
Fue a partir del momento en que cada uno optó por respetar y querer a cada hermano, por si se tratase del Mesías, cuando empezó a reinar otro aire en el monasterio. Había más alegría, más bondad, más generosidad, más ilusión por todo lo que hacían. La alegría inundó el corazón de los monjes y llenó el monasterio. Paulatinamente esa alegría se iba contagiando y al poco tiempo muchos jóvenes entraron en el monasterio, que volvió a ser una comunidad floreciente a la que acudía mucha gente a rezar, a consultar, a participar sencillamente de los oficios religiosos porque allí encontraba paz y recuperaba las fuerzas para seguir sirviendo al Señor.
Preciosa historia que podríamos aplicar a nuestras vidas de familia, de comunidad, de presbiterio, de vecinos, de compañeros de trabajo… El Mesías está entre nosotros. Se ha disfrazado. ¿Sabemos acogerlo y tratarlo como se merece? Podemos preguntarnos: ¿Quién es? ¿Qué disfraz ha elegido? Él ya nos lo dejó dicho en el evangelio: "Lo que hagáis a uno de mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40). Nos lo ha dicho el Resucitado. Él se ha identificado con esas personas que caminan con cada uno de nosotros. Así lo vieron los discípulos de Emaús. Y así lo reconocieron los apóstoles. Estaba presente entre ellos disfrazado y sigue presente entre nosotros. Ojalá sepamos descubrir a Cristo resucitado presente entre nosotros.
Que sepamos respetar, amar y ayudar a todas las personas que encontremos en nuestro camino porque en ellas está presente el mismo Señor y Dios nuestro.</span>
Enviar comentario