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La mejilla y el monopatín

La trilogía del sufrimiento ideada por Churchill para Inglaterra tiene su equivalente español en el programa, programa, programa de Julio Anguita. Al fin y al cabo, el comunismo, como acreditan Ucrania, Stajánov y el Gulag, es sangre, sudor y lágrimas. Pero mientras Churchill pide sacrificio, Anguita exige obediencia. La ventaja del comunismo sobre la democracia radica en que al hombre débil contemporáneo le resulta más fácil obedecer que sufrir.  La ventaja del catolicismo sobre el comunismo radica en que para el hombre fuerte contemporáneo el sufrimiento es una forma de obediencia. 
Por seguir el mandato de Dios ha perdido la vida, para ganarla, un hombre fuerte, Ignacio Echeverría, quien ha elevado el monopatín al rango de Tizona con frenos al blandirlo contra el musulmán radical que acuchillaba a una mujer en un puente de Londres.  Como el joven era de Acción Católica habrá quienes piensen que tenía que haberse limitado a orar por víctima y verdugo en lugar de socorrer a la chica. De lo que se deduce que ignoran que defender a una dama con un monopatín es una forma de poner la otra mejilla. Más que nada porque para amar al prójimo es preciso que el prójimo no acabe con quienes lo aman.
A muchos católicos que no saben si poner o no la mejilla habría que informarles de que es compatible ponerla y utilizar el monopatín. Aunque sólo sea para perpetuar la especie, el católico tiene derecho a defenderse. Y de hecho se defiende al más alto nivel. Habrá dudas sobre si el diseño de los trajes de la Guardia Suiza es obra de Ágata Ruiz de la Prada o de Heraclio Fuornier, el de la sota de oros, pero no sobre el carácter disuasorio de los soldados. Los guardaespaldas de Francisco tampoco son atrezo con gafas negras. Además, ¿qué otra cosa sino un monopatín contra la espalda del integrismo es el llamado del Papa a la paz?
 

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