Fracasados y oportunistas
Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29
Aquel primer Viernes Santo fue un fracaso para todos los seguidores del Crucificado entre dos ladrones. Todos huyeron y se escondieron, menos su Madre, San Juan Evangelista y algunas mujeres. Tras el entierro de Jesús el desencanto fue total. Hasta tal punto que dos discípulos tomaron el camino de su aldea, llamada Emaús, e iban, totalmente fracasados, hablando de todo lo acontecido en Jerusalén aquellos días. Un caminante se acercó a ambos y les preguntó que les ocurría. Le contaron los acontecimientos del prendimiento, el juicio, la pasión, la muerte y el entierro de un tal Jesús, quien había prometido hacer de Israel un gran reino, que sometería a todos los pueblos vecinos, y cuyo rey sería el clavado en la Cruz.
Estos días estamos asistiendo a la fractura de dos grupos políticos en la provincia de Jaén, que parecían monolíticos y alegres de tener el poder municipal de sus pueblos gracias a la fuerza de los votos metidos en las urnas. Pero debido a la “iluminación” de unos, y al “renacido” en otros, la aparente unidad apoyada en la obediencia perruna de los grupos piramidales ha saltado por los aires la relativa calma de la convivencia.
Cuando se acerca, a golpe de encuestas nacionales, un maremoto en cuya cresta de la ola llega un grupo de pescadores en pecera ajena, se está produciendo una huida hacia esos oportunistas buscadores de conductas limpias y químicamente puras sin mezclar de mal alguno. Algo imposible entre los seres humanos de carne y hueso.
Los tránsfugas se esconden entre reclamos llamativos, entre llantos y lamentos de incomprensión, entre “iluminaciones” y fuerzas “renacidas”, pretendiendo tapar sus faltas de responsabilidad ante sí mismos y sus electores.
Toman, como los discípulos de Emaús el camino de fracasados volviendo a sus casas. El tercer caminante les cuenta que lo sucedido en Jerusalén estaba profetizado por todas las páginas del Antiguo Testamento y corroborado por las propias palabras del Divino Maestro. Los huidos dudan pero no dan sus brazos a torcer. Es cuando llegan a la casa, en la atardecida, e invitan al compañero de viaje a cenar y descansar. Cuando toma el pan reconocen a Jesús resucitado, quien en ese momento desaparece. Los desanimados reciben una dosis de fortaleza inmensa, se largan hacia el cenáculo donde estaban los discípulos y pregonan que han visto a Cristo resucitado de entre los muertos.
Humanamente hablando, los grupos políticos, ninguno, es imprescindible en la historia, pero las personas que han comprometido sus cargos y servicios municipales, gracias a las urnas, son moralmente responsables de toda su conducta, tanto cuando meten la mano en los cajones y mangan el dinero público, como cuando engañan al pueblo que los ha votado porque lo han convencido con años de servicio a la comunidad política y social, y ahora se cambian de casaca porque les da la gana y les gustan los pescadores de votos en las aguas revueltas.
Si, además, esos pescadores llegan con ese “buenismo” buscando conductas intachables, conciencias limpias de faltas y pecados, mienten y lo saben, porque no existe en este mundo que pisamos nadie impecable. Solamente Dios es perfecto, cuando el mismo Jesús nos recomendó que fuéramos perfectos como su Padre, nos lo puso como el ideal a alcanzar y merecer, pero reconociendo que la naturaleza humana tiene la inclinación al mal y al pecado, que se nos perdona en el sacramento de la Penitencia y ante la Justicia humana.
Tomás de la Torre Lendínez
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